GYÖRGY LIGETI
(Tarnaveni, Rumanía 1923 – Viena 2006)
Diez piezas para quinteto de viento
(1968) – 14’
I. Molto sostenuto e calmo
II. Prestissimo minaccioso e burlesco
III. Lento
IV. Prestissimo leggiero e virtuoso
V. Presto staccatissimo e leggiero
VI. Presto staccatissimo e leggiero
VII. Vivo, energico
VIII. Allegro con delicatezza
IX. Sostenuto, stridente
X. Presto bizzarro e rubato, so schnell wie möglich
ROBERT GERHARD
(Valls 1896 – Cambridge 1970)
Quinteto de viento
(1928) – 18’
Moderato
Andante
Allegro giocoso
Scherzoso
PAUL HINDEMITH
(Hanau, Alemania 1895 – Frankfurt 1963)
Kleine Kammermusik, op. 24 N.º 2
(1922) – 13’
Lustig. Mäßig schnell Viertel
Walzer. Durchweg sehr leise
Ruhig und einfach
Schnelle Viertel
Sehr lebhaft
Azahar Ensemble
Rafael Adobas Bayog, flauta
María Alba Carmona Tobella, oboe
Miquel Ramos Salvadó, clarinete
María José García Zamora, fagot
Antonio Lagares Abeal, trompa
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por Jacobo Zabalo
Estrenado el 22 de diciembre de 1928 en el Palau de la Música Catalana, el Quinteto de viento de Robert Gerhard es una muestra excelente de su vínculo con la Segunda Escuela de Viena. Hijo de madre alsaciana y de padre suizo alemán, nació en Valls el 25 de septiembre de 1896 y recibió la primera formación musical en su contexto más próximo. Después de estudiar en la Academia Granados, completó su formación con Arnold Schönberg. En 1923, le había enviado una muestra representativa de sus composiciones y el maestro no dudó en admitirlo como alumno, una relación que pronto se transformaría en amistad. El retorno de Gerhard a Cataluña coincide precisamente con la programación del Quinteto en el Palau, poniendo de manifiesto la ascendencia del dodecafonismo. Consciente de esta huella, solía citar Schönberg: «el artista original en realidad solo aprende de sí mismo, no de los otros, por mucho que lo parezca». Estructurada en cuatro movimientos, la obra incluye pasajes de acusado virtuosismo. Se inaugura con una frase del fagot que vacila entre la afirmación y la interrogación, como si incitara la intervención de los otros instrumentistas, con un contrapunto intensivo. También en el andante se evidencia un tejidomusical denso y fantasioso, que eventualmente da paso al protagonismo de los instrumentistas. Hay que destacar, por ejemplo, el decisivo rol de la flauta al allegro giocoso, instrumento que parece liderar la transformación del espacio-tiempo. No menos chillón es el toque del oboe, que rítmicamente revela el elemento folk del Quinteto.
Una triple declamación, a modo de clausura, desplaza enigmáticamente la noción de final, enfatizando la ambivalencia que impregna la pieza de Gerhard y que contrasta con la subsiguientemente programada. En efecto, el carácter jocoso de la Kleine Kammermusik de Paul Hindemith queda fijado ya de entrada —la partitura exhibe, como declaración de intenciones, el término lustig— en el primer movimiento. La tradición de los Bläser-Ensemble, conjuntos destinados a entretener con serenatas en ocasiones festivas, refulge en los cinco movimientos de una obra que fecha de 1922. Aunque el contrapunto aporte reminiscencias barrocas, en otros pasajes —el inicio del movimiento final, por ejemplo—, la melodía se construye desde la monofonia. Relegada a un segundo plano, la experimentación cede el espacio a una expresividad que justifica la etiqueta de “neoclásico”, asignada a Hindemith y a otros compositores, como Stravinsky (a pesar de las evidentes diferencias). Yendo un paso más allá, la creación de nuevos lenguajes en el marco del siglo XX encuentra en la figura del húngaro György Ligeti a un egregio representante. Sus Deu peces per a quintet de vent, de 1968, ofrecen una especie de experimentación de la propia escucha. En este continuum fluctuante y trufado de elipsis brotan posibilidades inauditas, en las que se alterna la expansividad sonora de lo que Ligeti denominó «conciertos en miniatura» con la no menos poderosa economía de mediados de piezas que invocan la presencia del silencio.