JOAN GUINJOAN
(Riudoms, Tarragona 1931 – Barcelona 2019)

Fanfàrria

(1993) – 3′

SERGUEI PROKÓFIEV
(Sontsivka, Ucrania 1891 – Moscú 1953)

Sinfonía concertante para violonchelo y orquesta, op. 125

(1950-1951) – 37′

Andante
Allegro giusto
Andante con moto – Allegretto – Allegro marcato

Alisa Weilerstein, violonchelo

JORDI CERVELLÓ
(Barcelona 1935 – Figueres 2022)

Un cant a Pau Casals, para orquesta de violonchelos

(1991) – 10′

PAUSA 20′

LUDWIG VAN BEETHOVEN
(Bonn, Alemania 1770 – Viena 1827)

Sinfonía n.º 3 en Mi B mayor, op. 55 “Heroica”

(1803 – 1804) – 47′

Allegro con brio
Marcia funebre: Adagio assai
Scherzo: Allegro vivace
Finale: Allegro molto

ORQUESTRA SIMFÒNICA DE BARCELONA I NACIONAL DE CATALUNYA

ALISA WEILERSTEIN, VIOLONChelo

LUDOVIC MORLOT, DIRECCIÓn

PRIMEROS VIOLINES Jaha Lee, concertino asociada / Raúl García, asistente de concertino / Sarah Bels / Walter Ebenberger / Ana Galán / Katia Novell / María Pilar Pérez / Lev Mikhailovskii / Ivan Percevic / Anca Ratiu / Jordi Salicrú / Aurora Zodieru-Luca / Ana Kovacevic* / Laura Pastor*  SEGUNDOS VIOLINES Jennifer Moreau*, solista / Emil Bolozan, asistente / Maria José Aznar / Maria José Balaguer / Patricia Bronisz / Clàudia Farrés / Alzy Kim / Melita Murgea / Josep Maria Plana / Paula Banciu* / Cristian Benito* / Yulia Tsuranova*  VIOLAS Aine Suzuki, solista / Vladimir Percevic, assistent invitat / Josephine Fitzpatrick / Christine de Lacoste / David Derrico / Franck Heudiard / Sophie Lasnet / Miquel Serrahima / Adrià Trulls / Oreto Vayá*  VIOLONCHELOS Charles-Antoine Archambault, solista / José Mor, solista / Blai Bosser / Irene Cervera / Lourdes Duñó / Vincent Ellegiers / Marc Galobardes / Jean-Baptiste Texier  CONTRABAJOS Christoph Rahn, solista / Dmitry Smyshlyaev, asistente / Jonathan Camps / Apostol Kosev / Matthew Nelson / Albert Prat  FLAUTAS Francisco López, solista / Ricardo Borrull, flautínOBOES Rafael Muñoz, solista / José Juan Pardo / Dolors Chiralt, asistente CLARINETES Josep Fuster, assistent / Alejandro Lobato*  FAGOTS Silvia Coricelli, solista / Noé Cantú  TROMPAS Juan Manuel Gómez, solista / Joan Aragó / Juan Conrado García, asistente / Pablo Marzal / David Bonet / Artur Jorge*  TROMPETAS Mireia Farrés, solista / Adrián Moscardó / Angel Serrano, asistente / Andreu Moros*  TROMBONES Eusebio Sáez, solista / Pablo Rodríguez* / Gaspar Montesinos / Raúl García, trombón bajo  TUBA Jose Vicent Climent*  TIMBALES Luc Rockweiler  PERCUSIÓN Joan Marc Pino / Juan Francisco Ruiz / Ignasi Vila  CELESTA Lluïsa Espigolé*

ENCARGADO DE ORQUESTA Walter Ebenberger
RESPONSABLE DE DOCUMENTACIÓN MUSICAL Begoña Pérez
RESPONSABLE TÉCNICO Ignasi Valero
PERSONAL DE ESCENA Luis Hernández*

* Colaborador/a

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por Diego Civilotti

MÚSICAS LIMÍTROFES

Dedicada a la OBC en la inauguración de L’Auditori, Fanfàrria es una miniatura que encarna el espíritu de la obra de Joan Guinjoan, en su búsqueda de la riqueza sonora desde un lenguaje armónico ambivalente y profundamente expresivo, conectado con la gran tradición sinfónica centroeuropea, que un cuarto de siglo más tarde sigue sonando fresca. Con protagonismo de los metales, como nos advierte el título, se trata de una pieza destinada a celebrar una sala que se convirtió en un punto de inflexión en la historia de nuestra orquesta. Su interpretación pretende igualmente rendir homenaje a uno de nuestros compositores más ilustres, que también tuvo un papel activo en la dinamización musical del país. El ejemplo más célebre es la creación, en 1965, de Diabolus in musica, grupo que durante más de dos décadas fue una referencia en la difusión de la música contemporánea nacional e internacional.

También es un homenaje Un cant a Pau Casals, fruto de la admiración de Jordi Cervelló hacia una figura de prestigio internacional que aprovechó su fama para ponerse al servicio del patrimonio nacional. Casals significó también, para Cervelló, la Orquestra Pau Casals, un milagro sinfónico que situó a Barcelona en el mapa apostando por los compositores del país. El lirismo y la rebeldía fueron dos de los principios rectores de la creación de Cervelló, que abarca medio siglo. Si tuviéramos que añadir un tercer elemento, sería el dominio de la escritura para cuerda, nacido al abrigo de una larga experiencia creativa. Todos ellos se dan cita en la pieza que escucharemos, estrenada por Lluís Claret durante los Juegos Olímpicos de 1992. 

Otro tipo de mirada retrospectiva es la que se dirige hacia el pasado propio. Tal es el caso de los últimos años de la obra de Serguéi Prokófiev, a los que pertenece la Sinfonía concertante, donde confluyen la inspiración melódica y el oficio orquestal de uno de los grandes sinfonistas rusos. En esencia, se trata de una reelaboración de su Concierto para violonchelo estrenado en 1938, de donde toma gran parte del material musical. Su proceso creativo encarna un rasgo de su producción, marcada por la revisión y reelaboración de obras anteriores. Dedicado a Mstislav Rostropóvich, que estrenó en Moscú la primera versión como un segundo Concierto para violonchelo, Prokófiev volvió sobre la partitura orquestal para hacer algunas modificaciones que le dieran mayor protagonismo. De esta forma, el concepto de concierto fue desplazado por el de concertante, donde la orquesta ya no acompaña, sino que participa en un diálogo entre el individuo (violonchelo) y la colectividad (orquesta), circunstancia que a él mismo –como persona y compositor– le hizo padecer hasta el final.

A una escritura sólida, forjada en un amplio catálogo, debemos añadir un tercer centro de interés que suele quedar ensombrecido: el encargado de la orquestación, el compositor Levón Atovmián, un apoyo importante para Prokófiev en sus últimos años. El virtuosismo deslumbrante de violonchelo y orquesta resulta exigente en muchos aspectos. Del solista requiere altas dosis de precisión y proyección del sonido, además de una gran versatilidad expresiva que le hace caminar por el desfiladero hasta el final.

Fecundar el futuro también exige una relación especial con el pasado. En la búsqueda de nuevos matices y medios expresivos, la “Heroica” se revuelve contra marcos y lugares comunes. No es casual que se trate de una de las partituras de toda la historia de la música occidental en la que más mensajes y elementos extramusicales se han intentado descubrir: batallas, muertes, victorias, derrotas… y revolución. Por encima de todo, revolución. Como en esta, la desmesura es uno de sus rasgos. Hablamos de una obra que en su estreno empujaba al límite las posibilidades técnicas de las orquestas, pero también la recepción de un público abrumado por sus dimensiones. Acusada de falta de claridad y de unidad, la crítica no podía entenderla, porque la escuchaba desde parámetros ajenos a ella. Tal vez paradójicamente, primero fue interpretada en privado, y quien hizo posible el estreno fue un noble: el príncipe Lobkowitz, mecenas y destinatario de la dedicatoria, cuyo respaldo fue decisivo durante la etapa creativa del compositor que abarca hasta la Sexta sinfonía.    

Si podemos asociar a algo la heroicidad en Beethoven, es a la experiencia dolorosa de enfrentarse al destino. De hecho, el llamado “Testamento de Heiligenstadt” donde están muy presentes la enfermedad y la sordera, podría ser un complemento literario a esta sinfonía. En esa carta, la música y la lucha por llevarla a los atriles se presentan como única tabla de salvación. La riqueza inagotable de la orquesta beethoveniana se alimenta de todo ello, abriendo caminos en el lenguaje sinfónico impensables entonces que harían posible el trabajo de los grandes sinfonistas posteriores. 

La mirada hacia el origen de L’Auditori, que marca un punto de inflexión en la historia de nuestra orquesta, el homenaje a una etapa gloriosa en el sinfonismo de nuestro país, el carácter melancólico de la Sinfonía concertante y el canto del cisne de los ideales traicionados en la “Heroica” de Beethoven son, todas ellas, músicas limítrofes que se despiden de un mundo echando la vista atrás y, con ello, abren puertas al futuro porque no se pliegan a las coordenadas del presente.

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