ROBERT GERHARD
(Valls 1896 – Cambridge 1970)

Alegrías: Suite del Balet

(1942) – 13′

1. Preámbulo – Jácara
2. Farruca – Jaleo

DMITRI SHOSTAKÓVICH
(San Petersburgo 1906 – Moscú 1975)

Concierto para violonchelo y orquesta n.º 1, op. 107

(1959) – 28′

I. Allegretto
II. Moderato
III. Cadenza – Allegretto
IV. Allegro con moto

Narek Hakhnazaryan, violonchelo


PAUSA 20 '

CARL NIELSEN
(Norre-Lyndelse, Dinamarca 1865 – Copenhagen 1931)

Sinfonía n.º 4, op. 29, “Inextinguible”

(1914-1916) – 36′

Allegro – Poco allegretto – Poco adagio casi andante – Allegro

Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña

Narek Hakhnazaryan, violonchelo

Juanjo Mena, dirección

PRIMEROS VIOLINES  Vlad Stanculeasa, concertino / Raúl García, asistente de concertino / Pedro Rodríguez, asistente de concertino / María José Aznar / Sarah Bels / Walter Ebenberger / Ana Galán / Natalia Mediavilla / Katia Novell / María Pilar Pérez / Jordi Salicrú / Ana Kovacevic* / David Olmedo* / Laura Pastor* / Aria Trigas* / Yulia Tsuranova*  SEGUNDOS VIOLINES Alexandra Presaizen, solista / Emil Bolozan, asistente / Maria José Balaguer / Jana Brauninger / Patricia Bronisz / Claudia Farrés / Mireia Llorens / Melita Murgea / Josep Maria Plana / Robert Tomàs / Paula Banciu*/ Andrea Duca* / Oleksandr Sora* / Clara Vázquez*  VIOLAS Benjamin Beck, solista / Aine Suzuki, solista / Josephine Fitzpatrick, asistente / Christine de Lacoste / Miguel Serrahima / Jennifer Stahl / Andreas Süssmayr / Irene Argüello* / Albert Romero* / Johan Rondón* / Muñeca Sunyer* / Oreto Vayá* VIOLONCHELOS Charles-Antoine Archambault, solista / Olga Manescu, asistente / Lourdes Duñó / Vincent Ellegiers / Marc Galobardes / Jean Baptiste Texier / Andrea Amador* / Andrea Fernández* / Manuel Martínez del Fresno* / Joan Rochet*  CONTRABAJOS Christoph Rahn, solista / Dmitri Smyshlyaev, asistente / Jonathan Camps / Apóstol Kosev / José Mensa / Anna Grau* / Nenad Jovic* / Salvador Morera*  FLAUTAS Christian Farroni, asistente / Beatriz Cambrils / Ricardo Borrull, piccolo,OBOES Rafael Muñoz, solista / José Juan Pardo / Dolores Chiralt, asistente / Disa English, corno inglés CLARINETES Larry Pasen, solista / Francisco Navarro / Josep Fuster, asistente / Alfons Reverté, clarinete bajo  FAGOTS Silvia Coricelli, solista / Noé Cantú / Thomas Greaves, asistente / Slawomir Krysmalski, contrafagot  TROMPAS Juan Manuel Gómez, solista / Joan Aragón / Juan Conrado García, asistente / Pablo Marzal / David Bonet  TROMPETAS Mireia Farrés, solista / Adrián Moscardó / Andreu Moros*  TROMBONES Eusebio Sáez, solista / Vicent Pérez / Gaspar Montesinos, asistente / Francisco Palacios*, trombón bajo  TUBA Daniel Martínez * TIMBALES Juan Marco Pino / Juan Antonio Martín*  PERCUSIÓN Ignasi Vila ARPA Magdalena Barrera, solista  PIANO Y CELESTA Jordi Torrent*

ENCARGADO DE ORQUESTA Walter Ebenberger  
RESPONSABLE DE DOCUMENTACIÓN MUSICAL Begoña Pérez
RESPONSABLE TÉCNICO Ignacio Valero
PERSONAL DE ESCENA Luis Hernández *

*Colaborador/a

COMENTARIO

por Eva Sandoval

Periferia

Desde finales del s. XVIII, el eje Austria-Alemania se convirtió en el centro neurálgico de la creación y exportación de música instrumental. Todo lo que no se generaba en este ámbito, hasta bien entrado el s. XX, seguía considerándose, en cierta forma, periférico. En ese nutrido y valioso grupo de “autores satélite” podemos encuadrar a los tres compositores de hoy, cuyas obras, de forma deliberada o forzosa, muestran resonancias que evocan a sus países de origen.

Empezamos con Robert Gerhard (1896-1970), compositor que, después de estudiar con Felip Pedrell en Barcelona, quien le instruyó en la tradición musical española, fue alumno de Arnold Schönberg en Viena y Berlín entre 1923 y el 1928 y el único alumno español del maestro austríaco. Tras la Guerra Civil, Gerhard se exilió en Inglaterra, donde desarrolló la mayor parte de su catálogo. "Casi treinta años de exilio han hecho de Gerhard, para nosotros, lo más desconocido de nuestros compositores: paradójicamente, para el mundo musical internacional es, sin duda, el más importante de los compositores españoles actuales". Así valoraba la muerte de Gerhard en 1970, en Diario de Barcelona, el recientemente desaparecido compositor Josep Soler.

En las décadas de los años treinta y cuarenta, Gerhard cultivó en gran medida el género del ballet. “Como forma de arte, el ballet indudablemente ejerce una poderosa atracción sobre el músico. La danza es, después de todo, una de las raíces gemelas de la música. La otra raíz es la palabra”, afirmaba el catalán en 1950. Alegrías (1942) es la cuarta de sus cinco partituras en este género. Forzado por el contrato que había firmado con la compañía de la bailarina y pedagoga Marie Rambert, creó una pieza de clarísima inspiración andalucista, que se estrenó en 1943 en Londres. Los personajes de este divertimento son: una bailaora gitana y sus padres, un empresario teatral, un torero retirado y dos plañideras. Según el propio Gerhard, el argumento es el siguiente: “La fama y fortuna prometidas por el empresario no tientan ni someten a la bailarina gitana. Su disconformidad es completa y para castigarlo por inmiscuirse en su vida libre y feliz se hace un funeral burlesco con plañideras de pago”. En el plano musical, nos encontramos con un Gerhard que se parece más que nunca a Albéniz, Granados o Falla: ornamentos melódicos, cadencia andaluza, ritmos populares… Pero también se observan ecos de Stravinsky en las tensiones armónicas, la sucesión de bruscos contrastes e incluso en la orquestación, lo que otorga a la pieza una orientación irónica y crítica con la España de la época, confirmada con las citas del Himno de Riego (himno nacional durante la Segunda República) y la “Marcha fúnebre” de la Sonata para piano n.º 2, op. 35 de Chopin en la sección final.

Dmitri Shostakóvich (1906-1975) desarrolló toda su trayectoria bajo el ala de la Unión Soviética, a diferencia de otros autores rusos de su generación, y fue muy criticado por algunos sectores del mundo occidental. En 1937 y 1948, el compositor sufrió, además, las dos grandes purgas del régimen, que lo acusaba de “formalista”, y por las que se prohibieron muchas de sus partituras. En 1959, seis años después de la muerte de Stalin, la situación era bien distinta. Shostakóvich volvía a ser la figura dominante en la música soviética. En julio de aquel año terminó su Concierto para violonchelo n.º 1 en Mi bemol, op. 107, que se estrenó el 4 de octubre en Leningrado con Mstislav Rostropóvich como solista, quien fuera amigo del compositor y dedicatario de la obra.

El concierto se divide en dos grandes partes: el movimiento inicial (una “marcha jocosa”, según el autor) y las siguientes tres secciones interpretadas sin solución de continuidad. El tema principal del mordaz “Allegretto”, expuesto por el solista, está formado por las cuatro notas de la conocida como firma musical de Shostakóvich (DSCH). El segundo movimiento, un lírico y melancólico “Moderato”, comienza con una sobria introducción que da paso a un lánguido canto del violonchelo. Hacia el final de esta sección nos sorprende el sutil juego tímbrico entre los armónicos del solista y la celesta. El tercer movimiento es una cadencia extendida que crea un puente desde el meditativo segundo bloque hasta el bullicioso finale. Este “Allegro con moto” comienza con una cita de la canción popular Suliko, la favorita de Stalin. El virtuosismo del chelo lleva la obra a su clímax en una suerte de síntesis descarnada y salvaje de toda la composición.

Por su parte, Carl Nielsen (1865-1931) fue uno de los directores y compositores más originales e influyentes de Dinamarca, pero no obtuvo en vida el mismo reconocimiento a nivel internacional. En las últimas décadas se está revalorizando su música, especialmente sus seis páginas sinfónicas. Escribió su Sinfonía n.º 4 “Lo inextinguible”, op. 29 en dos años, entre 1914 y 1916, con la Primera Guerra Mundial como telón de fondo y en medio de una profunda crisis matrimonial. En la cabecera de la partitura figuraba este lema: “La música es vida, y como ella, inextinguible”. Se desarrolla a través de cuatro movimientos continuos que se basan en la idea de que las cualidades elementales de la música son la luz, la vida y el movimiento. De hecho, Nielsen experimenta aquí con la tonalidad y con el ritmo, incluso con la instrumentación, incorporando dos grupos de timbales emplazados en lugares opuestos del escenario.

La sinfonía comienza con un rugido indomable de timbales y vientos al que se unen las cuerdas. Un motivo de tres notas se convierte en tema principal del primer movimiento. El segundo material nos llega a través de una melodía saltarina cantada por los clarinetes en terceras que ha sido identificada como “la fuerza de la vida”. Tras una épica coda se llega al segundo movimiento, “Poco allegretto”, que lideran los vientos con puntuaciones de las cuerdas. Estas explotan al máximo su lirismo desgarrado en el siguiente “Poco adagio quasi andante” junto a los tenebrosos golpes del timbal. “Como un águila montada en el viento”, dice Nielsen. En la última gran sección, “Con anima”, el danés acentúa el dramatismo y la agresividad de su discurso sin descanso. La voluntad inextinguible e insaciable de vivir triunfa en una inequívoca reafirmación y victoria final.

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