JOSEP MARIA GUIX
(Reus, España 1967)
Songs for Júlia
para soprano y orquestra
Obra encargo de L’Auditori – 12’
Textos de Bai Juvi y Li Bai
I. A bloom is not a bloom
II. Night snow
III. Autumn air
Anna Devin, soprano
JEAN SIBELIUS
(Hämeenlinna, Finlandia 1865 – Järvenpää, Finlandia 1957)
Simfonia n.º 7 en Do mayor, op. 105 en un solo movimiento
(1924) – 22’
PAUSA 20’
JOHANNES BRAHMS
(Hamburgo, Alemania 1833 – Viena, Austria 1897)
Concierto para piano y orquesta n.º 2 en Si Bemoll mayor, op. 83
(1878-81) – 50’
Allegro non troppo
Allegro appassionato
Andante
Allegretto grazioso
Denis Kozhukhin, piano
ORQUESTRA SIMFÒNICA DE BARCELONA I NACIONAL DE CATALUNYA
Anna Devin, soprano
DENIS KOZHUKHIN, PIANO
ludovic morlot, dirección
PRIMEROS VIOLINES Vlad Stanculeasa, concertino / Beatrice Gagiu*, concertino asociada invitada / Sarah Bels / Ana Isabel Galán / Natalia Mediavilla / Lev Mikhailovskii / Katia Novell / Jordi Salicrú / Paula Banciu* / Daniel Gil* / Ana Kovacevic* / Octavi Martínez* / Eugènia Ostas* / Laura Pastor* / Aria Marina Trigas* / Yulia Tsuranova* · SEGUNDOS VIOLINES Alexandra Presaizen, solista / Maria José Balaguer / Jana Brauninger / Clàudia Farrés / Alzy Kim / Melita Murgea / Robert Tomàs / Cristian Benito* / Vladimir Chilaru* / Helena Muñoz* / Inés Sanchís* / Arturo Seijo* / Oleksandr Sora* / Marina Surnacheva* · VIOLAS Pawel Krymer*, solista invitado / Christine de Lacoste / David Derrico / Josephine Fitzpatrick / Franck Heudiard / Sophie Lasnet / Miquel Serrahima / Jennifer Stahl / Andreas Süssmayr / Adrià Trulls / Oreto Vayá* / Javier López* · VIOLONCHELOS Charles-Antoine Archambault, solista / José Mor, solista / Blai Bosser / Lourdes Duñó / Jean-Baptiste Texier / Elena Gómez* / Estrella Guerrero* / Míriam Jiménez* / Lluc Pascual* / Joan Rochet* · CONTRABAJOS Christoph Rahn, solista / Dmitry Smyshlyaev, asistente / Jonathan Camps / Apostol Kosev / Matthew Nelson / Anna Cristina Grau* / Marta Fossas* / Nenad Jovic* · FLAUTAS Francisco López, solista / Beatriz Cambrils / Ricardo Borrull, flautín · OBOES Rafael Muñoz, solista / José Juan Pardo / Óscar Diago*, asistente invitado · CLARINETES Luís Cámara*, solista invitado / Francesc Navarro / Alfons Reverté, clarinete bajo · FAGOTS Silvia Coricelli, solista / Noé Cantú / Thomas Greaves, asistente · TROMPAS Juan Conrado García, asistente / Joan Aragó / Pablo Marzal, asistente / Artur Jorge · TROMPETAS Mireia Farrés, solista / Adrián Moscardó / Andreu Moros* · TROMBONES Gaspar Montesinos, asistente / Raúl García, trombón bajo / Luís Eduardo Bustos* · TUBA José Vicente Climent* · TIMBALES Marc Aixa*, solista invitado · PERCUSIÓN Joan Marc Pino, solista / Juan Francisco Ruiz / Ignasi Vila · ARPA Magdalena Barrera, solista · PIANO Lluïsa Espigolé*
ENCARGADO DE ORQUESTA Walter Ebenberger
RESPONSABLE DE DOCUMENTACIÓN MUSICAL Begoña Pérez
RESPONSABLE TÉCNICO Ignasi Valero
PERSONAL DE ESCENA Luís Hernández*
*Colaborador/a
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por Alba Nogueras
Sutileza, libertad, belleza
El concierto de hoy transitará por una amplia gama de colores; primero más etéreos, de textura más abstracta, de fronteras imprecisas o sutiles que, por tanto, llenarán la sala de un ambiente sugerente, de una niebla emotiva. Después, tomarán cuerpo y forma; oscilarán de forma orgánica y original, como si un viento los soplase y los hiciese fluctuar. Finalmente, todos estos colores se irán concretando en una paleta brillante que estallará en una obra ambiciosa, abrumadora; acabaremos presenciando todo un espectáculo de fuerza y vigor.
La primera obra del programa es un encargo y un regalo. Josep Maria Guix encuentra la inspiración en el universo creativo de dos poetas chinos de los siglos viii y ix; parte de una yuxtaposición de elementos que, aunque aparentemente contrarios, conviven en armonía. Una primavera tímida y un otoño pasional, ese momento del día que ya no está oscuro pero aún no está claro, una cama fría, una noche que se llena de luz, un silencio que se rompe. El descubrimiento de estos autores, explica, coincidió con el momento en que su hija mayor se comprometió a estudiar canto profesional en Londres; entonces, él decidió que, si surgía la ocasión, le ofrecería como regalo una versión de estos versos para voz femenina y orquesta.
La ocasión llegó ocho años más tarde, con el encargo que se estrena hoy de forma absoluta: un ciclo de tres canciones breves hechas de un “lirismo tranquilo” y en el que el timbre desempeña un papel fundamental. En el que una misma nota pasa de un instrumento a otro y las resonancias viven hasta perderse en el espacio; “todo aparece de la nada y regresa a la nada”, explica. Cabe destacar, además, la elección de ciertas prácticas interpretativas en la percusión, que buscan crear un tono misterioso y tenue, o la elección de determinados instrumentos que nos sitúan en esta ambigüedad armónica. Songs for Júlia es una partitura compuesta “con el deseo de que la luz y la belleza la acompañen siempre, lejos del desencanto y la oscuridad”.
Seguiremos con una obra que comparte con la anterior este talante borroso e inefable; una sinfonía de un solo movimiento, la última compuesta por el finlandés Jean Sibelius, fruto de un proceso largo de experimentación y renuncia. Y es que la gestación de esta pieza empezó en 1918, cuando escribió que pretendía plasmar “el gozo de vivir, la euforia vital, mezclada con lo appassionato”. Planificaba: “Tendrá tres movimientos, el último de los cuales será un rondó helénico”. Sin embargo, los borradores que se conservan muestran cómo esa intención inicial fue cambiando hasta 1923, cuando finalmente deja que la sinfonía fluya por sí sola, que las ideas determinen la forma de la obra.
En aquel momento, el compositor se encontraba en un momento vital complicado, y se dice que solo el güisqui le permitía mantener el pulso estable para componer. No completó la obra hasta marzo de 1924, y se estrenó con el título de Fantasía sinfónica, si bien la partitura no adoptó su título definitivo hasta el momento de su publicación. Musicalmente, una escala ascendente marca el inicio, un tema que, más tarde, se despliega en diversas variantes. A partir de este adagio, la partitura transita por diferentes tempi: once secciones que desembocan unas en otras con una belleza inquietante. Y es que, pese a tener la tonalidad de Do como centro, se trata de una obra que contiene una esencialidad trágica.
Esta sensación de libertad inevitable nos hará de puente para la segunda parte de la velada, protagonizada por “un concierto para piano muy pequeño, con un bello y muy pequeño scherzo”. Así es como, irónicamente,Johannes Brahms define la partitura a su amiga y confidente Elisabeth von Herzogenberg en 1881. Se trata, sin embargo, de una obra colosal, sumamente compleja y exigente; un concierto largo de cuatro movimientos y gran variedad temática que se estrenó ese mismo año, que fue interpretado en diferentes ciudades europeas –en las que tuvo una fervorosa acogida por parte del público– y calificada de “sinfonía con piano”.
Como si de una pieza de cámara al por mayor se tratara, la voz solista dialoga con la trompa en el primer movimiento, con el violonchelo en el tercero, y con la orquesta en general durante toda la obra. Después de un allegro non troppo extenso, Brahms altera la estructura tradicional y, en vez de optar por un segundo movimiento más lento, añade uno feroz y tormentoso, en re menor, con un paréntesis a mayor del trío . Llega, a continuación, un andante de gran delicadeza –que es, prácticamente, una canción de cuna– protagonizado por una melodía que muchos han visto como la anticipación del lied Immer leiser wird mein Schlummer, compuesto cinco años más tarde. Por último, un allegretto grazioso alivia el carácter grave de la partitura y da paso a una alegría más despreocupada, aunque vuelve a la turbulencia del tema inicial, que es la que nos conduce hasta el final.
Escritos con más de dos décadas de distancia, este concierto es evidentemente más maduro que el primero; el piano quizá desempeñe un papel menos virtuosístico, pero requiere una gran capacidad técnica. Esta partitura es la culminación de todo lo que Brahms había aprendido del instrumento a lo largo de su vida; seguramente por eso, con un gesto de agradecimiento, dedica la obra a Eduard Marxsen, quien fue su profesor cuando apenas era un niño de siete años, pero al que recordaría toda su vida con gran cariño.