JOAN GUINJOAN
(Riudoms, España 1931 – Barcelona, España 2019)

Fantasia del Trencadís

(1994) – 8′

FRÉDÉRIC CHOPIN
(Zelazowa-Wola, Polonia 1810 – París, Francia 1849)

Concierto para piano y orquesta n.º 2 en fa menor, op. 21

(1829-1830) – 30′

Maestoso
Larghetto
Allegro vivace

Yulianna Avdeeva, piano

PAUSA 20′

SERGUEI RAKHMÀNINOV
(Semyonovo, Rusia 1873 – Beverly Hills, Estados Unidos 1943)

Danzas sinfónicas, op. 45

(1940) – 35′

Non allegro
Andante con moto (Tempo di valse)
Lento assai – Allegro vivace

ORQUESTRA SIMFÒNICA DE BARCELONA I NACIONAL DE CATALUNYA

YUlianna AvDeeva, piano

stephanie childress, DIRECCIÓn

PRIMEROS VIOLINES Raúl García, asistente de concertino / Elena Rey*, concertino asociada / Sarah Bels / Walter Ebenberger / Ana Isabel Galán / Natalia Mediavilla / Lev Mikhailovskii / Katia Novell / Ivan Percevic / M. Pilar Pérez/ Jordi Salicrú / Aurora Zodieru-Luca · SEGUNDOS VIOLINES Alexandra Presaizen, solista / Emil Bolozan, asistente / M. José Aznar / Jana Brauninger / Clàudia Farrés / Alzy Kim / Melita Murgea / Robert Tomàs / Ana Kovacevic* · VIOLAS Rocío Gómez*, solista invitada / David Derrico / Franck Heudiard / Sophie Lasnet / Miquel Serrahima / Jennifer Stahl / Andreas Süssmayr / Adrià Trulls · VIOLONCHELOS José Mor, solista / Blai Bosser / Lourdes Duñó / Vincent Ellegiers / Jean-Baptiste Texier / Daniel Claret* / Yoobin Chung* / Joan Rochet* · CONTRABAJOS Dmitry Smyshlyaev, asistente /  Jonathan Camps / Apostol Kosev / Josep Mensa / Matthew Nelson · FLAUTAS  Christian Farroni, asistente / Beatriz Cambrils / Ricardo Borrull, flautín · OBOES Rafael Muñoz, solista / José Juan Pardo / Disa English, corno inglés · CLARINETES Josep Fuster, asistente / Francesc Navarro / Alfons Reverté, clarinete bajo · FAGOTS Silvia Coricelli, solista / Noé Cantú / Thomas Greaves, asistente / Slawomir Krysmalski, contrafagot · TROMPAS Juan Manuel Gómez, solista / Joan Aragó / Juan Conrado Garcia, asistente de solista / Artur Jorge / Pablo Marzal, asistente · TROMPETAS Ángel Serrano, asistente / Adrián Moscardó / Andreu Moros* · TROMBONES Eusebio Sáez, solista / Pablo Rodríguez* / Raúl García, trombón bajo · TUBA José Vicente Climent* · TIMBALES Javier Azanza*, solista invitado · PERCUSIÓN Joan Marc Pino, asistente / Juan Francisco Ruiz / Ignasi Vila / Miquel Àngel Martínez* / Roberto Oliveira* · ARPA Magdalena Barrera, solista · PIANO Rodrigo de Vera* · SAXO ALTO Luís Ignacio Gascón*

ENCARGADO DE ORQUESTA Walter Ebenberger  
RESPONSABLE DE DOCUMENTACIÓN MUSICAL Begoña Pérez
RESPONSABLE TÉCNICO Ignasi Valero
PERSONAL DE ESCENA Luís Hernández*

*Colaborador/a

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por Ana García Urcola

La Fantasía del trencadís de Joan Guinjoan constituye una obra importante de manera autónoma por la sabiduría formal que el maestro catalán imprime en su construcción, por el exquisito cuidado que pone en su instrumentación y por la referencia directa a ese tipo de mosaico que evoca no solo el modernismo catalán y a su máximo representante, sino todo un mundo de colores y formas de imaginación desbordante. Pero para penetrar en su pleno significado es necesario ubicarla en el marco de la ópera Gaudí, compuesta para la Olimpiada Cultural de 1992 sobre libreto de Josep Maria Carandell. Para Guinjoan, nacido en Riudoms y coterráneo del arquitecto, esta era su primera ópera y puso un empeño enorme en estudiar el lenguaje lírico tradicional para aportar sus propias soluciones a una obra específica en un momento artístico concreto. Para ello utilizó como base las canciones populares de su pueblo natal, como la que se puede apreciar al comienzo de esta Fantasía. El “Trencadís” se sitúa en la segunda escena del segundo acto y simboliza una ruptura y una reconstrucción, una bisagra en el seno de la acción dramática: del Gaudí absorto en sus grandiosos proyectos al Gaudí golpeado por una realidad social resquebrajada y violenta, que se torna místico y dirige su mirada y su obra a Dios. En este “Trencadís”, ejemplo a su vez del simbolismo de la obra de Guinjoan, el compositor representa musicalmente los cuatro colores de la naturaleza que nos llevan de la profundidad de la tierra con su tonalidad oscura hasta el azul del cielo, pasando por el grisáceo del tronco de los árboles y el verde de las hojas. Aunque esta fantasía-ballet se estrenó en su versión definitiva el 15 de marzo de 1994 en Stuttgart con la Orquesta Ciutat de Barcelona bajo la dirección de Edmon Colomer, la ópera completa no llegaría hasta el 3 de noviembre de 2004, con su primera representación en el Teatro del Liceu.

El Concierto para piano en fa m fue compuesto en el invierno de 1829 por un jovencísimo Chopin, quien lo estrenaría el 17 de marzo de 1830 en el Teatro Nacional de Varsovia. Primero en orden de composición y segundo en la numeración, sería también su carta de presentación ante el público parisino el 26 de febrero de 1832, al poco de su llegada a la ciudad en la que se instalaría definitivamente. Alabado por Mendelssohn y Liszt, consta de tres movimientos en los que Chopin deja patente su personalidad romántica, muy teñida de un clasicismo que aborrece los desbordamientos sentimentales. El maestoso de forma sonata se abre con una introducción orquestal que presenta los dos temas del movimiento: el primero, más tormentoso, y el segundo, introducido por las maderas, más tierno. La entrada fulgurante del piano para retomar el primer tema anuncia un protagonismo casi absoluto del solista en una escritura de gran elaboración y virtuosismo. El larghetto, inspirado según una carta del propio Chopin por el amor que sentía hacia la joven cantante Konstancja Gładkowska, constituye prácticamente un nocturno con acompañamiento de orquesta en el que el autor despliega toda su capacidad melódica y su talento innovador para la escritura pianística basándose en el bel canto operístico, con recitativo central incluido. El allegro vivace final es un rondó conformado por dos temas a modo de mazurcas, el segundo de los cuales mantiene ese sabor popular merced a su orquestación y al efecto col legno en la cuerda.

No es fácil saber qué motivó la composición de la última partitura de Rajmáninov, dado que era parco en palabras respecto a sus creaciones. Escrita para la Orquesta de Filadelfia en 1940 tras su llegada a los EE. UU. huyendo como tantos europeos de la contienda mundial, se trata de una obra tan original como misteriosa. Un esquema tripartito preside la primera danza, “Mediodía”, en la que un tema de ritmo salvaje va seguido de un motivo introducido por las maderas que nos sumerge en un ambiente melancólico de evocación claramente rusa, para el que utiliza el saxofón alto por primera y última vez en toda su obra. Una autocita cierra la primera danza: un hermoso tema de su Primera Sinfonía cuyo fracaso había significado un auténtico trauma. ¿Quiso superarlo así al final de su vida? La segunda danza, “Crepúsculo”, es un vals que adopta los contornos siniestros de las danzas macabras una y otra vez. Su orquestación nos evocará a Berlioz, Saint-Saëns, Chaikovski o Mahler. Un comienzo dubitativo y frenético abre la tercera danza, que toma las cuatro primeras notas del Dies irae al comienzo del primer tema, disfrazado bajo una rítmica poderosa. Un clarinete bajo inicia la sección central de carácter oscuro, que otro clarinete parece aclarar después abriendo una sección de lirismo típicamente rajmaninoviano. Seguidamente, el Dies irae entabla un combate con otro tema de la liturgia ortodoxa en una vorágine de ritmo y color orquestal a modo de metáfora de la lucha entre la vida y la muerte. Un último canto litúrgico resultará vencedor y el compositor cerrará su partitura con la palabra “Aleluya”.

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