RAMON HUMET
(Barcelona, España 1968)
Vers l’infinit
pARA CUARTETO DE CUERDA amplificaDA Y bolEs de cristal de quarZO
Estrena mundial. Obra encargo de L’Auditori (2024) – 55′
I. Quiet
II. Fantasmes
III. Vers l’infinit
IV. Ombres
V. L’oceà
VI. Fantasmes
VII. Viatge interestel·lar
VIII. Ombres
IX. L’infinit
QuaRTET GERHARD:
Lluís Castán, violín
Joel Bardolet, violín
Miquel Jordà, viola
Jesús Miralles, violonchelo
Sílvia Vidal, boles de cristal de quarzo
Ramon Humet, mezcla
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por Elsa Álvarez
Hacia el infinito
En agosto de 2022 hice un retiro eremítico de diez días en el Prepirineo catalán, donde abundan las grandes aves. Un día, sentado en la ermita, sobre un acantilado, rodeado de silencio, y con la única compañía de las cigarras y algunos insectos, apareció un águila real e imponente, ¡zas!, agujereó el aire y reventó el instante presente. Planeando, se dirigió hacia el horizonte, en un viaje de varios minutos, empequeñeciéndose cada vez más, hasta que perdí la visión del minúsculo punto en el que se había convertido. El silencio, las cigarras y los insectos regresaron sobre el acantilado.
El título de la obra, Vers l’infinit (Hacia el infinito), hace referencia al águila real volando hacia el infinito, inmersa en la vacuidad de las altas montañas.
Los movimientos impares apuntan a lo eterno, a las montañas, al interior, a la vacuidad, con armonías de entonación justa, silencio sonoro con resonancias de cristal y melodías ubicuas que se desplazan entre los instrumentos. Los movimientos pares apuntan a lo efímero, a lo pasajero, al exterior, al infinito, al águila y las cigarras, a los fenómenos, con sonoridades de arco sin resina, como un mundo lejano que aparece ante nosotros. El silencio necesita tiempo para que el tiempo mismo se disuelva. La doble mirada de vacuidad e infinito, durante los casi sesenta minutos que dura la obra, favorece una espiral meditativa cada vez más profunda.
El primer movimiento, “Quiet” (Quieto), hace volar una melodía ubicua, en quietud dinámica, como un barrido de armónicos naturales. El segundo movimiento, “Fantasmes” (Fantasmas), es un eco en la niebla del movimiento precedente, con figuraciones ágiles que recortan el silencio. En el tercer movimiento, “Vers l’infinit” (Hacia el infinito), un caleidoscopio armónico impulsado periódicamente por un pizzicato del violonchelo actúa como tambor chamánico. El cuarto movimiento, “Ombres” (Sombras), es escurridizo, con motivos scorrevole, como sombras errantes. El quinto movimiento, “L’oceà” (El océano), se articula en oleadas de acordes con cabelleras de espuma que vuelan impulsadas por el empuje oceánico, como alegoría de la conciencia universal. El sexto movimiento, “Fantasmes” (Fantasmas), es un eco lejano de las olas oceánicas anteriores. En el séptimo movimiento, “Viatge interestel·lar” (Viaje interestelar), una melodía infinita genera una heterofonía con las resonancias generadas por los cuencos de cristal, como si la melodía se fundiera ingrávidamente. En el octavo movimiento, “Ombres” (Sombras), el primer violín y la viola son antimateria, como un eco muy cercano integrado en la materia, pero a la vez intangible y al límite de la percepción. El noveno movimiento, “Infinit” (Infinito), reanuda el caleidoscopio armónico con los pizzicati del violonchelo, para fundirse en el silencio y dirigirse hacia el infinito.
La obra está dedicada a mi querida compañera de viaje, Sílvia Vidal, con amor infinito.
Con el apoyo de