Ritus Introductoris
1. Regina Caeli
Acto Penitencial
2. Su perdonu
3. Kyrie eleison
Salmo
4. Miserere
5. Alleluja
Ofertorio
6. Aquest Pa
7. Custu Pane
Padre Nuestro
8. Babbu Soberanu
9. Agnus Dei
Comunión
10. Ave María
Canto Final
11. María Reina
La duración aproximada del concierto es de 60′
SU Cuncordu Codronzanesu
Luigino Cossu, dirección y tenor (Boghe)
Luigi Carboni, tenor (Boghe)
Andrea Zucca Pais, tenor primero (Mesa oghe)
Giancarlo Cortis, tenor primero (Mesa Oghe)
Luigi Betza, barítono (Contra)
Giovanni Fara, bajo (Basciu)
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por Jaume Ayats
Los cantos polifónicos orales de la isla de Cerdeña han sido, en las tres últimas décadas, un descubrimiento musical para los melómanos europeos. A partir de una serie de acordes fundamentados en el paralelismo de las voces —con unos timbres de voz muy concretos y combinados con pequeños movimientos de retardos, adelantos y ornamentaciones—, cuatro hombres expresan una intensa densidad polifónica que, si bien nos recuerda la consistencia de las polifonías renacentistas que llenan el espacio, no está relacionada con el sistema tonal académico. Nunca pueden cantar más de cuatro personas, y no aceptan que más de una persona cante la misma voz: el efecto se sustenta en las cuatro partes individuales que deben moverse de forma compacta, como un todo orgánico bien ajustado. El resultado es una maravilla auditiva, una sonoridad fascinante —y ligeramente obsesiva— que nos sumerge en un mundo vocal notablemente diferente del académico, pero con elementos de él que reconocemos y que nos emocionan como solo las voces pueden llegar a conmovernos.
A cuncordu significa que las voces se ponen de acuerdo. Sería el equivalente a la palabra concierto en el sentido de concertar u organizar las voces. En realidad, no es más que un nombre que han puesto de moda los conocedores para separar estos cantos religiosos del otro gran grupo de cantos polifónicos sardos —mucho más definido y coherente—, que es el canto profano y de baile denominado a tenore. Tienen en común que cantan cuatro hombres, cada uno en un registro y timbre diferente, a partir de una disposición que coincide con un acorde mayor con la tercera en la voz superior (aunque tiene una afinación perceptiblemente diferente a la tonal), y que se mueven básicamente en paralelo. En cambio, se diferencian en lo que se refiere a la sucesión temporal: el canto a tenore sigue unos patrones de pulsación muy claros e insistentes, mientras que los a cuncordu no suelen tener ningún tipo de pulsación proporcional, sino que siguen una flexibilidad temporal de sílabas largas y cortas sin pulsación y con movimientos calmados que, a veces, están ornamentados. En alguna ocasión se ha descrito como ritmo libre, pero en realidad es un mecanismo temporal de elevada codificación y complejidad. La sensación de conjunto es de lentitud y de despliegue con frases larguísimas: la primera estrofa del Stabat Mater de Castelsardo, por ejemplo, puede llegar a durar siete minutos. En cada pueblo adopta características singulares, en parte debido a la larga historia de los cantores de aquel lugar y también por la voluntad de remarcar la identidad mediante rasgos sonoros.
Pese a todo esto, las diferencias más importantes las encontramos en el momento ritual y en los contenidos. La etiqueta a cuncordu agrupa los cantos de los rituales católicos y, especialmente, los procesionales de las cofradías, principalmente —como en todo el Mediterráneo occidental— los Miserere, Stabat Mater y Jesus de las procesiones de Semana Santa. Están en un latín adaptado a la lengua sarda, con sílabas no siempre comprensibles y con silencios que pueden caer perfectamente entre las sílabas de una palabra. En ello coinciden del todo con los antiguos cantos procesionales catalanes y de otros países latinos, del mismo modo que coinciden en la convicción de que el texto que comunica con la divinidad debe decirse en una lengua especial y no comprensible, que en nuestro caso es el latín, mientras que en otros países son el griego antiguo, el copto o el árabe clásico. La lengua afectiva para hablar con la divinidad no debe entenderse (“si no, no estaría en latín”, como afirman con toda sencillez tanto en Cerdeña como en el Pirineo o en Sicilia).
Más allá de las especulaciones sobre los orígenes (por unos, situados en el siglo XVI, o quizás ya en el siglo XIII, según otros), lo que cuenta es la emoción y el convencimiento de verdad que quieren transmitir los cantores. Cuando escuchéis estos cantos, imaginaos la oscuridad de un pueblo de calles estrechas y empinadas —en Cuglieri, en Castelsardo o en Santu Lussurgiu— acompañando el silencio de la noche de procesión. La música deja de ser una cuestión de estética para ser una cuestión de vida. Como nos explicaba el prior de una cofradía, las voces no deben ser hermosas y, sobre todo, no deben querer parecerse a los cantantes-artistas. Aquí no hay que aplaudir las voces; tienen que ser las voces cansadas y doloridas de los cofrades que narran una tragedia que lo abarca todo. Voces que buscan la com-pasión.
En colaboración con la Oficina d’Afers Religiosos del Ajuntament de Barcelona