FRANZ SCHUBERT
(Viena 1797 – 1828)

Sonata n.º 21 en Si b mayor, D 960

(1828) – 42′

Molto moderato
Andante sostenuto
Scherzo. Allegro vivace con delicatezza
Allegro ma non troppo

PAUSA 15’

FRANZ LISZT
(Raiding, Austria 1811 – Bayreuth, Alemania 1886)

Sonata en si menor, S 178

(1853) – 30′

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por Eva Sandoval

En el límite

Una de las claves del éxito y la perdurabilidad del género sonata es su capacidad para adaptarse a distintos contextos y necesidades creativas. Esta maleabilidad ha permitido que se perpetúe como estrategia compositiva recurrente desde el s. XVII hasta nuestros días. El concepto de obra unitaria, estructurada en movimientos o secciones contrastantes en carácter y en tempo, y su concepción para uno o dos instrumentos solistas son sus rasgos básicos. Algunos compositores, como los dos que nos propone el pianista Denis Kozhukhin, contribuyeron significativamente a ensanchar los límites de este género.

Bajo el yugo de la actividad desbordante que desplegó en los últimos meses de su vida, Franz Schubert (1797-1828), sabedor de su grave enfermedad, terminó sus imaginativas tres últimas sonatas para piano el 26 de septiembre de 1828. La Sonata n.º 21 en Si b, D 960, la obra final de la trilogía, se enmarca en la serenidad que instaura el tema inicial del molto moderato, un dulce canto perturbado solo por un trino disonante en el grave. El segundo tema no contrasta, sino que complementa al primero aportando vitalidad al movimiento. En el extenso desarrollo se potencian los cromatismos y se dota al piano de densidad orquestal. La originalidad del andante sostenuto recae en su capacidad para sumergirnos en una suerte de ensoñación dramática favorecida por el ostinato hipnótico del acompañamiento. El scherzo allegro vivace con delicatezza proyecta jovialidad y ligereza gracias a su compás ternario y a los acentos irregulares del trío central. Para terminar, en el allegro ma non troppo confluye toda la genialidad de Schubert, con la fluidez rítmica de los temas, los reveladores silencios y los destellos fúnebres que habitualmente acompañaban a su luminosidad natural.

Dentro de la inmensa producción pianística de Franz Liszt (1811-1886) solo encontramos una sonata. La escribió entre 1852 y 1853, y se la dedicó a Robert Schumann, a quien, por cierto, el responsable de la edición póstuma en 1838 de las tres últimas sonatas de Schubert también dedicó aquel volumen. En esta monumental Sonata en si m, S 178, bajo la influencia de la Wanderer-Fantasie (Fantasía del caminante) de Schubert, Liszt organiza el discurso en un único movimiento segmentado en el que los temas se convierten en verdaderos personajes que guían, desde la cualidad dramática, la estructura cíclica de la obra. La introducción lento assai presenta el primer material: un descenso cromático en un clima misterioso sotto voce. Inmediatamente después aparece el airado segundo tema allegro energico con un perfil melódico expuesto en octavas. El tercero, marcato, se presenta de forma sarcástica en la mano izquierda, con un veloz tresillo de fusas y una incisiva nota repetida. Estos dos últimos temas, que luchan encarnizadamente en la obra, han sido identificados con Fausto y Mefistófeles. Bajo la indicación de grandioso irrumpe un nuevo diseño hímnico, lento y solemne, sobre densos acordes organísticos. Poco después, cantando espressivo, se presenta otro tema, lírico y soñador. Y el último es un andante sostenuto, casi religioso, de textura ligera. Los contrastes abruptos y expresivos (de lo infernal a lo contemplativo, de lo agresivo a lo majestuoso) y el virtuosismo de la escritura acompañan al encuentro y desencuentro de los diferentes materiales y sus variaciones en un derroche de maestría y profundidad compositiva que catapultan a la sonata hacia el género del poema sinfónico en versión pianística.

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