PROGRAMA DE VIERNES 4 Y SÁBADO 5 DE MARZO
MAURICE RAVEL
(Ciboure, Francia 1875 – París 1937)
Rapsodia española, op. M 54
(1907-1908) – 15
I. Prelude à la nuit
II. Malagueña
III. Habanera
IV. Feria
SERGUÉI RAJMÁNINOV
(Semyonovo, Rusia 1873 – Beverly Hills, Estados Unidos 1943)
Danzas sinfónicas, op. 45
(1940) – 35
I. Non allegro
II. Andante con moto (Tempo di valse)
III. Lento assai – Allegro vivace
PAUSA 20'
SERGUÉI RAJMÁNINOV
Concierto para piano y orquesta en do menor n. 2, op. 18
(1900-1901) – 32
I. Moderato
II. Adagio sostenuto
III. Allegro scherzando
Denis Kozhukhin, piano
PROGRAMA DE DOMINGO 6 DE MARZO
MAURICE RAVEL
(Ciboure, Francia 1875 – París 1937)
Rapsodia española, op. M 54
(1907-1908) – 15
I. Prelude à la nuit
II. Malagueña
III. Habanera
IV. Feria
SERGUÉI RAJMÁNINOV
(Semyonovo, Rusia 1873 – Beverly Hills, Estados Unidos 1943)
Danzas sinfónicas, op. 45
(1940) – 35
I. Non allegro
II. Andante con moto (Tempo di valse)
III. Lento assai – Allegro vivace
PAUSA 20'
SERGUÉI RAJMÁNINOV
Concierto para piano y orquesta en sol menor n. 4, op. 40
(3a versió de 1941) – 24
I. Allegro vivace
II. Largo
III. Allegro vivace
Denis Kozhukhin, piano
ORQUESTA SINFÓNICA DE BARCELONA Y NACIONAL DE CATALUÑA
DENIS KOZHUKHIN, PIANO
MATTHIAS Pintsch, DIRECCIÓN
PRIMEROS VIOLINES Jaha Lee, concertino asociada / Raúl García, asistente de concertino / Maria José Aznar / Sarah Bels / Walter Ebenberger / Ana Galán / Natalia Mediavilla / Katia Novell / Pilar Pérez / Anca Rativo / Jordi Salicrú / Ana Kovacevic* / Ariana Oroño* / Anna Urpina* SEGUNDOS VIOLINES Alexandra Presaizen, solista / Maria José Balaguer / Claudia Farrés / Mireia Llorens / Melita Murgea / Josep Maria Plana / Robert Tomàs / Paula Banciu* / Andrea Duca* / David Olmedo* / Laura Pastor* / Aria Trigas* VIOLAS Benjamin Beck, solista / David Derrico / Christine de Lacoste / Franck Heudiard / Sophie Lasnet / Jennifer Stahl / Miquel Serrahima / Andreas Süssmayr / Irene Argüello* / Javier López* VIOLONCHELOS Jose Mor, solista / Maria José Santapau*, asistente invitada / Lourdes Duñó / Vincent Ellegiers / Marc Galobardes / Irene Cervera* / Daniel Claret* / Andrea Fernández* CONTRABAJOS Dmitri Smyshlyaev, asistente / Jonathan Camps / Apóstol Kosev / Matthew Nelson / Josep Mensa / Albert Prat FLAUTAS Francisco López, solista / Beatriz Cambrils / Christian Farroni, asistente / Ricardo Borrull, flautín OBOES Salvador Barberá*, solista invitado / José Juan Pardo / Disa English, corno inglés CLARINETES Josep Fuster, asistente / Francesc Navarro/ Lluís Casanova*, clarinete bajo FAGOTS Silvia Coricelli, solista / Noé Cantú / Thomas Greaves, asistente / Slawomir Krysmalski, contrafagot TROMPAS Juan Manuel Gómez, solista / Joan Aragón / Juan Conrado García, asistente / David Bonet / Pablo Marzal, asistente de tercero TROMPETAS Mireia Farrés, solista / Adrián Moscardó / Andreu Moros* TROMBONES Eusebio Sáez, solista / Vicent Pérez / Miquel Sàez*, trombón bajo TUBA Daniel Martínez * TIMBALES Joan Marc Pino, asistente PERCUSIÓN Ignasi Villa / Francisco Jose Amado* / Ignacio Bori* / Juan Carot* / Francisco Montañés* / Diego Sáenz* ARPA Magdalena Barrera, solista / Bleuenn Le Friec* PIANO Y CELESTA Jordi Torrent* SAXOFÓN Luis Ignacio Gascón *
ENCARGADO DE ORQUESTA Walter Ebenberger
RESPONSABLE DE DOCUMENTACIÓN MUSICAL Begoña Pérez
RESPONSABLE TÉCNICO Ignacio Valero
PERSONAL DE ESCENA Luis Hernández *
* Colaborador
COMENTARIO
por Xavier Chavarria
Entre dos mundos
Serguéi Rajmáninov (1873-1943) vivió en una época realmente convulsa y agitada, no tan solo por los conflictos sociales y bélicos, sino también por los cambios de paradigma estético que sufrieron las artes y la música. Y el repertorio que tendremos ocasión de escuchar nos permitirá disfrutar de obras tanto tempranas como de madurez, que son un magnífico retrato de la compleja geografía emocional de uno de los últimos románticos.
Maurice Ravel fue coetáneo estricto de Rajmáninov, pero vivió todos estos acontecimientos cruciales de una forma muy diferente. La Rapsodia española es su primera obra orquestal de grandes dimensiones, compuesta en el año 1907 y estrenada en el Théâtre du Châtelet de París el 5 de marzo de 1908, dirigida por Édouard Colonne. Ravel decía que era «un simple estudio de orquesta», pero lo cierto es que esta rapsodia es una lujuriante explosión de sonoridades, colores y timbres impulsados por el aliento de la danza, con la presencia constante del modo frigio y de giros melódicos que evocan una España que el autor tenía idealizada. El inicio, sin embargo, es misterioso y sensual, una evocación fascinante de los perfumes de la noche. Le sigue la breve ‘malagueña’, sinuosa y de aire vivo, con glissandi y escalas cromáticas arriba y abajo, y con un estallido del metal que da paso a un episodio más sombrío. A continuación, una ‘habanera’ de aire indolente en la que Ravel flirtea con la politonalidad, y encabezada en la partitura por un verso de Baudelaire: «En el país perfumado que el sol acaricia...». “Fira” es el estallido final, exultante, vigoroso y lleno de contrastes, en el que ya se intuye algún motivo que encontraremos en el Boléro, y efectos sonoros parecidos a maullidos de gatos. Un remolino de ritmos endemoniados nos lleva a la apoteosis final en esta exhibición de timbres y colores orquestales de quien, sin duda, es el mejor orquestador de la historia de la música.
Diez años antes, Rajmáninov había estrenado su Primera sinfonía, que fue un fracaso rotundo y sumió al autor en una profunda depresión. Durante tres años no fue capaz de escribir nada más, y para poder superar este trance de sequía creativa se acabó poniendo en manos del doctor Nikolai Dahl, neurólogo, psiquiatra y amante de la música, que trataba a sus pacientes con hipnosis y autosugestión. La terapia fue un éxito, y en verano de 1900 Rajmáninov empezó a componer el Concierto para piano n.º 2, que supuso el retorno a la vida creativa y el inicio de una época de gran fertilidad. Esta obra se puede leer como una alegoría de toda esta experiencia, porque en la música está muy presente el trance, con los acordes sombríos del inicio, obsesivo e inquieto, que nos conduce hacia un pasaje luminoso y lleno de esperanza. El ‘Adagio sostenuto’ central tiene un comienzo oscuro, hasta que aparece la flauta, seguida del clarinete, que expone la bellísima melodía que ha hecho célebre este concierto. El ‘Allegro scherzando’ final empieza con el piano solo, enfebrecido, enloquecido, luchando en medio de la indecisión tonal del pasaje, del que sale directo y victorioso hacia un final apoteósico, triunfal. El amplio espectro de emociones, la elocuencia desbordante y el virtuosismo de la parte solista convierten esta obra en un retrato espléndido de la idiosincrasia del artista en aquel fin de siglo. El concierto completo sonó por primera vez en Moscú el 27 de octubre de 1901, dirigido por Aleksandr Ziloti, con el compositor como solista.
El año 1917 es un momento crucial en la vida de Rachmaninov. En plena Primera Guerra Mundial y con su país sumergido en la revolución bolchevique, aprovecha una gira de conciertos que debe hacer por Escandinavia para marcharse de Rusia con su familia y emprender el camino del exilio. Nunca más en la vida regresó a su país. En noviembre de 1918 llegaron a Estados Unidos, un país en el que ya había triunfado nueve años atrás y que le acogió con los brazos abiertos. En los veinticinco años que vivió en América, Rachmaninov se concentró en su carrera como concertista de piano, pero su fertilidad creativa se fue marchitando. Mientras que durante la etapa rusa compuso 39 obras, en la etapa americana hizo sólo seis, dos de las cuales sonarán este fin de semana en L'Auditori. Él mismo admitía que echaba de menos su tierra: «Me siento como un fantasma vagando por un mundo que se me ha hecho extraño». Y en estas obras, podemos percibir una honda melancolía, esa nostalgia tan genuinamente rusa de añoranza de la tierra y de un mundo que ya ha terminado. «La Rusia que tuve que abandonar ya ha dejado de existir, y no me siento capaz de vivir sin ella», confesó a Viktor Serov. De hecho, en Estados Unidos, Rahmaninov pasó nueve años sin componer nada, y la primera obra que surgió de ese doloroso silencio fue el Concierto para piano n. 4, concebido en una estancia en Europa y basado en temas que ya había proyectado antes de irse de Rusia. Pero también se siente un cierto aire jazzístico, testigo de la admiración y la afición de que las grandes orquestas de jazz estadounidense le habían despertado (sabemos que Rakhmaninov era muy fan de Paul Whiteman, Fletcher Henderson, Duke Ellington, Arte Tatum…, y que asistió al estreno de la Rhapsody in Blue de George Gershwin el 12 de febrero de 1924 en el Eolian Hall de Nueva York!). El Cuarto concierto se estrenó en Filadelfia el 18 de marzo de 1927, dirigido por Leopold Stokowski, y la acogida de las primeras audiciones fue fría, hasta el punto de que el autor decidió rehacerlo de pies a cabeza. año 1941, hasta dejarlo tal y como suena actualmente. Preste atención al segundo tema del primer movimiento, una de las melodías más bonitas que se han escrito nunca.
Las Danzas sinfónicas, op. 45 son la última obra que compuso en las postrimerías de su vida, instalado en la mansión que tenía en Beverly Hills, pero con la cabeza y el corazón en su tierra. Rajmáninov cita temas apreciados y significativos, como pasajes de obras suyas de juventud, la secuencia del Dies Irae, cantos de la liturgia ortodoxa o la evocación de las campanas, siempre con un profundo lirismo y un despliegue orquestal y sonoro acaparador. La Orquesta de Filadelfia estrenó estas danzas el 3 de enero de 1941, dirigidas por Eugene Ormandy.