CARLO GESUALDO
(Venosa, Italia 1566 – Avellino, Italia 1613)
Tenebrae responsoria para Jueves Santo
AD MATUTINUM
In primo nocturno
Responsorium In monte Oliveti
Responsorium Tristis est anima mea
Responsorium Ecce vidimus eum
In secundo nocturno
Responsorium Amicus meus osculi
Responsorium Judas mercator pessimus
Responsorium Unus ex discipulis meis
In tertio nocturno
Responsorium Eram quasi agnus innocens
Responsorium Una hora non potuistis
Responsorium Seniores populi consilium
JOAN MAGRANÉ
(Reus 1988)
Psalm 50 Miserere mei Deus
Estrena mundial, obra encàrrec de LAuditori
PAUSA TÉCNICA 5'
CARLO GESUALDO
Tenebrae responsoria per a Divendres Sant
AD MATUTINUM
In primo nocturno
Responsorium Omnes amici mei dereliquerunt me
Responsorium Velum templi scissum est
Responsorium Vinea mea electa
In secundo nocturno
Responsorium Tamquam ad latronem
Responsorium Tenebrae factae sunt
Responsorium Animam meam dilectam tradidi
In tertio nocturno
Responsorium Tradiderunt me in manus impiorum
Responsorium Jesum tradidit impius
Responsorium Caligaverunt oculi mei fletu meo
Psalm 50 Miserere mei Deus
La durada aproximada del concert és de 75
GRAINDELAVOIX
Dirigit per Björn Schmelzer i amb seu a Anvers, Graindelavoix és un conjunt de música i art que treballa amb les músiques del passat, com un missatge dintre d’una ampolla, al mateix temps que fa emergir les tendències actuals. El “gra” és los de la gola, la cosa fora de lloc, tant en el passat com en el present”.
Teodora Tommasi, soprano
Florencia Menconi, soprano
Razek-François Bitar, alto
Albert Riera, tenor
Andrés Miravete, tenor
Marius Peterson, tenor
Adrian Sîrbu, tenor
Arnout Malfliet, bajo
Björn Schmelzer, dirección
COMENTARIO
por Andreas Gomà
La coincidencia de Gesualdo y Magrané en un programa de concierto brinda una excelente ocasión para repensar la polémica entre música 'conservadora' y 'moderna', la cual precisamente se remonta a la que surgió en el Renacimiento tardío entre la delgada y la seconda prattica. Ésta, recordémoslo, oponía la construcción formal pura de la polifonía francoflamenca a aquella serie de innovaciones gestadas en torno a la preeminencia de la melodía como plasticidad natural de los afectos humanos, traducidos a gestos verbales.
No hace falta decir que la audición de Gesualdo ―que, al oyente no preparado, puede hacerle pensar que está oyendo música del siglo XX― disuade por sí sola de tildarlo de conservador; a pesar de ello, su escritura, modal y contrapuntística, es prima prattica. En el tránsito entre el siglo XVI y el XVII, el genio artístico se reprueba, pero justamente porque acapara y llena la intersección de las dos prácticas, en verdad coexistentes y complementarias más que opuestas. Y, en este sentido, podemos decir que, en los Tenebrae, Gesualdo consigue una inigualada simbiosis en su gran visión polifónico-expresionista.
El sentido polifónico se enuncia de entrada en el plural de oscuridad, que no se puede entender sino como juego de sombras formado por infinitos pinceles vocales. Sin embargo, estos recortan la figura de una sola alma, la del Cristo sufridor, sobre el fondo de la soledad y la muerte; un sufrimiento, sí, religiosamente universal, pero absorbido por el individuo atormentado, identificable con el compositor, que lo revive como paisaje sonoro interior. Solo así se explica la textura polifónica desgarrada de Gesualdo, en la que el hogar del equilibrio espiritual por el que siempre había pasado la voz humana se disuelve en un ámbito desarraigado donde los cantantes recogen añicos de emoción para componer una escenografía dramática que ya no mira desde la distancia coral conciliadora, sino que se inmiscuye en la experiencia viva y disonante del sujeto que la sufre. Gracias a este enfoque, la figura de Cristo se humaniza de una manera insólita en música, comparable con el claroscuro pictórico del contemporáneo Caravaggio. En Gesualdo se distinguen marcados contrastes entre secciones rítmicamente agitadas y contrapuntísticamente densas con pasajes casi hieráticos, sobre todo en la primera parte, más centrada en el abandono de Cristo, mientras que un tono de serenidad luminosa predomina hacia el final, una luz que contrasta con el escenario del sepulcro: oscuridad aparentemente más acogedora para un alma penitente. Este consuelo también puede ser entendido como compensación sonora de la claridad visual menguante por el procedimiento litúrgico según el cual, a medida que avanzaban los responsorios, se extinguían las velas en la iglesia hasta dejar solo una que separaba la penumbra de la nada.
Magrané, como Gesualdo, no se deja engañar por falsos dilemas: no hay contradicción al declararse «acérrimo wagneriano» y mantener un íntimo vínculo con los antiguos polifonistas, de los que extrae «la hegemonía de la línea y la combinación de líneas por encima de otros parámetros musicales». Un retorno, pues, prospectivo a los orígenes de la delgada prattica, "el elemento esencial y radical", siempre al servicio de la fuerza expresiva del texto. En este caso, ante la propuesta de componer una obra inscrita en los Tenebrae, Magrané escoge el miserere y fija como referentes a Gesualdo, de quien adapta la alternancia entre textura polifónica y canto plano, y Josquin, que inspira la confección de cinco voces en torno a un tenor central.