JOSÉ MANUEL LÓPEZ LÓPEZ
(Madrid, 1956)
La Trace
para cuarteto de clarinetes, cuatro altavoces y vídeo
(2020) – Encàrrec de LAuditori i el CNDM
La duración aproximada del concierto es de 50 minutos sin pausa
BARCELONA CLARINET PLAYERS:
Manuel Martínez, clarinete
Javier Vilaplana, clarinete
Martí Guasteví, corno di bassetto
Alejandro Castillo, clarinete bajo
Pascal Auger, video-creación
José Manuel López López, composición
COMENTARIO
por Ismael G. Cabral
En búsqueda del tiempo puro
Hace décadas el cuarteto de saxofones era una excentricidad esparcida en unos pocos catálogos de compositores. Hoy son diversas las formaciones que defienden un repertorio crecido en los últimos años, gracias al estímulo que esta asociación tímbrica ha suscitado en numerosos compositores. Podríamos entender que el cuarteto de clarinetes se encuentra todavía en aquel estado primitivo que un día tuvo que atravesar la familia de los saxos. Por eso es necesario altura de miras en los instrumentistas que defienden esta formación. Hace falta generar una literatura de calidad que, a su vez, sirva de acicate para ir agrandando un repertorio prácticamente inexistente hasta hace bien poco.
En La Trace, para cuarteto de clarinetes, cuatro altavoces y vídeo (2020), los músicos de los Barcelona Clarinet Players tienen una de estas obras verdaderamente importantes por una doble razón: como pieza que, por su ambición y su ductilidad, permite mostrar las posibilidades de una formación como ésta, y en sí misma, casi como una guía de caminos a los que hay que volver para perderse y reencontrarse una y otra vez. El anhelo de José Manuel López López (1956) al concebir esta pieza ―encargo de L'Auditori y el CNDM― no fue poco. En esta pieza recurrió de nuevo al trabajo colaborativo con el cineasta Pascal Auger, que ha realizado el videoarte de trabajos previos más relevantes del compositor madrileño como Movimientos y El arte de la siesta, entre otros. La tarea de Auger en La Trace es la de amplificar con imágenes la indagación que López López plantea a los instrumentos, es decir, “observar la traza del transcurso del tiempo no como una sucesión cronológica de eventos, sino como algo vivo, manifestado en el aquí y el ahora”. Por eso, la pieza debe expandirse en el tiempo abrazando casi la hora de duración, articulando un discurso radicalmente polifónico cincelado por los diferentes estratos que generan las imágenes y las voces de los clarinetes. “Tiempos cósmicos, geológicos y cuánticos”, asegura el compositor, que se expresan, disimuladamente, a lo largo del devenir de una creación fuertemente arraigada a la concepción de una música experimental habitable, en la que el auditor debe encontrar también su forma de acostumbrarse a la temporalidad propuesta.
Los músicos del ensemble trazarán a su vez un imaginario de sonidos en los que lo acústico y lo electrónico (difundido mediante pequeños altavoces conectados por Bluetooth) se conjugarán en una confusión hábilmente ideada por López López y Auger, pues la propia imagen también expelerá sonidos reales. En una entrevista concedida en 2019 a El Compositor Habla, con motivo del estreno absoluto de la obra, el compositor expresó que “La Trace es la huella del tiempo que intentamos mostrar en este trabajo audiovisual. Tiempo que habitualmente es percibido como sucesión de acontecimientos: de una vida, de la historia, de una película, pero que se puede también, y esto es lo que hemos buscado, dar directamente como tiempo puro, no subordinado a una cronología de acontecimientos. La manera de hacerlo que hemos encontrado es la de mostrar imágenes del presente que evocan el pasado y quizás anticipan el futuro”. Entre las nada halagüeñas premoniciones que se entrecruzan en el relato audiovisual está, por ejemplo, la contemplación de los búnkeres alemanes abandonados que perviven como funestos vestigios de arqueología contemporánea en la costa sur francesa, testigos de un pasado atroz que, tal vez, anticipa nuestro futuro, como llevamos asumiendo en estos últimos meses.