STEPHANIE MACCHI

Detrás de la inquietud

para banda sinfónica

(2022) – Obra encargo del aula de composición de la ESMUC – Estrena absoluta – 5′

SOFIA GUBAIDULINA

(Chístopol, Rusia 1931)

Hour of the Soul

poema para mezzosoprano y gran banda

(1974) – Estrena nacional – 25′

PAUSA 20'

FERRER FERRAN
(Valencia, 1966)

Sinfonía n.º 3 “El Gaudir del Geni”

(2005) – 35’

1. Gaudí
2. La Sagrada Familia

COMENTARIO

por José R. Pascual-Vilaplana

Dicen que el alma es lo que queda de cada uno más allá de la vida del cuerpo. Analizarla ha sido uno de los objetivos de la filosofía, de la religión o de la cultura popular. En La hora del alma, el pragmatismo se convierte en poesía y el empirismo se rodea de lo que llaman emociones. Y éstas, como reacciones internas que surgen de forma espontánea, nos hablan de la naturalidad y de la libertad.

La compositora Stephanie Macchi, alumna de la ESMUC, de la cual estrenamos su obra Detrás de la inquietud (2022), nos dice: «Detrás de la inquietud responde a la incógnita de qué es lo que queda cuando las interrupciones y el ajetreo de la vida se detienen y dan lugar a que emerja una realidad libre del ruido del mundo exterior». Lo que no sabemos exactamente cómo definir se expresa musicalmente en esta partitura con dos partes que contrastan y representan muy bien la dualidad que envuelve el proceso vital.

La espiritualidad del momento de quedarse solo con el alma configura espacios de reflexión que nos ayudan a crecer. El arte de Sofia Gubaidulina ha sido siempre una herramienta para este motor de cambio. Aunque en un principio su música fue calificada de irresponsable por quienes en la Unión Soviética eran “responsables” de cómo debía crearse el arte, compositores como Shostakóvich (que evaluó a la compositora en su examen de final de estudios) le recomendaron continuar «por el camino erróneo». Este camino creativo personal y lleno de espiritualidad se manifiesta en la obra Hour of the Soul (1974-1988), dedicada al percusionista Mark Pekarsky. En ella, la percusión refleja el mundo interno del ser humano que lucha, durante la obra, con un mundo exterior representado por diversas citas musicales fácilmente reconocibles: músicas del cine soviético, canciones de taberna y de fiesta, sintonías de radio soviéticas o, incluso, una canción de Charles Chaplin. Al final, sobre un pedal de timbal, una mezzosoprano cantará unos versos de la escritora Marina Tsvetáyeva (1892-1941), una mujer que sufrió la represión estalinista. Podemos decir que esta partitura se convierte en un clamor para enaltecer la libertad del alma.

El conflicto entre dos mundos y su confluencia en el arte resultan evidentes en la obra y la vida de Antoni Gaudí. La música de Ferrer Ferran, uno de los compositores de música para banda más interpretados internacionalmente, nos conduce al mundo del genial arquitecto catalán con su sinfonía n.º 3 “El gaudir del geni” (2005). El primer movimiento de la obra está dedicado a la figura de Gaudí, el hombre que, observando la naturaleza, supo encontrar estructuras geométricas y espacios de luz para sus edificios: una forma de crear arte que se acerca a la naturaleza y al ser humano. En el segundo movimiento, llamado La Sagrada Familia, encontramos unos pentagramas evocadores del plan genial del arquitecto que sigue en construcción. El equilibrio entre las tres puertas, las torres que buscan la luz del cielo y la localización estratégica y cercana del templo nos evidencian la intención de aproximar la espiritualidad a todo el mundo. La música quiere ser testigo sonoro de esta intención.

Dice la poeta Tsvetáyeva: «Deja que el alma se vuelva amarga y oscura, crece». Los contrastes que el alma experimenta la hacen crecer, la construyen: dos mundos, el que pensamos y el que vivimos; entre los dos evolucionamos. En La hora del alma hacemos de la música el rescoldo que la alimenta.