HÈCTOR PARRA (Barcelona 1976), música
ARNAU PONS (Felanitx, Mallorca 1965), poesía
Constellations
para piano a cuatro manos y actor
Estrena mundial, encargo de L’Auditori
La duración aproximada del concierto es de 60 minutos para la primera parte y 60 minutos para la segunda, con una breve pausa entre las dos partes.
Hèctor Parra, composición
Arnau Pons, poesía
pere arquillué, recitado
Lluïsa Espigolé e Imma Santacreu, piano
LETRaS
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Notas del compositor
por Hèctor Parra
Encontramos especialmente inspirador el camino artístico que Joan Miró teje con gran tesón durante la década de los años treinta, inmerso dentro de los tumultuosos cambios políticos, sociales y económicos que la caracterizaron. La proclamación de la Segunda República, el golpe militar del 36, el horror de la Guerra Civil y el advenimiento del franquismo, un exilio de cuatro años y la subsiguiente huida de la invasión nazi de Francia culminan, paradójicamente, en la formidable serie de 23 constelaciones que pinta entre enero de 1940 y septiembre de 1941. Con estas aguadas de pequeño formato, Miró aporta al mundo un modelo ejemplar de tenacidad, desarrollo artístico, armonía plástica e integridad humana en uno de los momentos más oscuros de la historia. Partiendo de una petición original de Carmen Martínez-Pierret, entre abril de 2020 y 2023 el compositor Hèctor Parra y el poeta Arnau Pons han estado inmersos en la composición de un ciclo poético-musical inspirado en las Constel·lacions.
En compañía de la pianista Imma Santacreu, Hèctor Parra ha explorado al piano –primero de forma improvisada y después haciendo cristalizar una escritura adaptada– toda una serie de técnicas especiales que utilizan una multitud de objetos para acercarnos a una forma melodramática surgida directamente de su propia vivencia de los microuniversos sugeridos por cada constelación, y que pretende instar al público a vivirlos en primera persona. Así, este ciclo es un viaje tanto al mundo interior del propio compositor como al del poeta, quienes exteriorizan la pintura de Miró bajo la forma de un lienzo musical y poético complejo: etéreo o denso, liso o rugoso, delicado o tosco. En manos de las pianistas Imma Santacreu y Lluïsa Espigolé, el piano se transforma en un instrumento casi electroacústico. En combinación con los poemas escritos por Arnau Pons e interpretados en vivo por el actor Pere Arquillué, nace un universo completo y sugerente donde los astros se alinean a cada intervención sonora, cuando nuestras propias constelaciones de emociones profundas resuenan, a su vez, en el universo poético-musical de la obra.
NOTAS DEL POETA
por Arnau Pons
Como Joan Miró explica a Georges Raillard en el libro de conversaciones que edité, traducido al catalán por Joaquim Sala-Sanahuja, El color dels meus somnis (1977): cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en 1939, él se encontraba en París con su esposa Pilar y su hija Dolors. Aunque al principio de la guerra, en París, no pasó nada, les aconsejaron refugiarse en Normandía, donde tenían amigos y había un hospital que probablemente los protegería de los bombardeos. Fue una mala decisión, porque la guerra no deja nada indemne. Entonces, intentaron escapar a América con Josep Lluís Sert, pero según cuenta Miró, ya no quedaban pasajes. Así que decidieron regresar a casa, aunque Franco hubiera ganado la guerra y el futuro en Cataluña se les presentara lleno de incertidumbre. Fue una decisión temeraria, como entrar en la boca del lobo. De Normandía fueron a París en tren y de París a Perpiñán, con la niña de la mano de la madre y con una carpeta que contenía los bocetos de las Constelaciones como único equipaje. Atravesaron la frontera española llenos de inquietud, ya que era posible que Miró estuviera en una lista de sospechosos debido a sus implicaciones públicas a favor de la República. Evitaron Barcelona, donde la represión fascista era feroz, y se escondieron durante un tiempo en una masía del Gironès. Después de un tiempo, dieron el salto a Mallorca, donde estaba la madre del pintor y donde pudieron pasar desapercibidos por un tiempo. Es en ese momento, de 1940 a 1941, que Miró crea la serie de las Constelaciones, un título que no se impondría sino tardíamente, en 1959, en el momento de la edición que hizo Pierre Matisse en Nueva York, con los poemas en prosa de André Breton.
Este trasfondo histórico y personal ha sido el punto de partida para la composición del texto que acompaña a la pieza musical para piano compuesta por Hèctor Parra cuando se inspiró en este trabajo del artista. Por lo tanto, no faltan alusiones ni referencias a las materias, los temas y los objetos que sirvieron a Miró para crear sus cuadros. También se ha tenido en cuenta la evasión mental del artista en esos años y su aislamiento durante dos guerras seguidas, que no solo lo obligaron a tener que huir de Francia para salvar su vida, sino también a tener que ir a vivir bajo una dictadura fascista y, por tanto, a huir de una guerra para ir hacia una derrota.
El resultado plástico de este ciclo vitalista de 23 piezas ha sido comentado ampliamente por parte de los críticos. Así, los monstruos que obsesionaban al pintor en obras anteriores, de carácter más primitivo, serán “liquados” para convertirse en figuras vacías de todo tipo de horror, casi histriónicas o cómicas, que se exhiben impúdicamente como risas austeras en el seno de la depresión del artista. Un artista que intenta remontar la costa de la vida y evadirse de las matanzas como el ave migratoria en busca de tierras de paz.
Es así como las confesiones casi agustinianas, hechas en un refugio interior, se convierten en constelaciones que estallan y tiemblan para sobrevivir a la oscuridad de la historia.
El hecho de ser un escritor catalán de Mallorca que me he tenido que encontrar a mí mismo fuera de casa, lejos de mi cultura y de mi lengua materna, y también el hecho de haber hecho amistad con el poeta Jacques Dupin, que trabajó codo a codo con el pintor como intermediario textual de su pintura, me han servido para intentar meditar sobre el tipo de artista introspectivo y combativo que fue Miró.
La obra conjunta, piano, escritura, gesto, nunca dejará de ser, al mismo tiempo, una reflexión sobre la identidad catalana vivida a contracorriente, como un hecho incontrovertible del destino, sin una misión que no sea la de singularizar al hombre por partida doble: como parte de una minoría cultural apenas conocida en el mundo y como sujeto que se separa constantemente, para ser quien debe ser, con un lenguaje plástico propio e inconfundible, lejos de cualquier forma de aglutinación colectiva.
En colaboración con