MAURICE RAVEL
(Ciboure, Francia 1875 – París, Francia 1937)

Cuarteto de cuerda en Fa mayor, op. 35

(1902-1903) – 28′

1. Allegro moderato (Fa)
2. Assez vif, très rythmé (la m)
3. Très lent (Si♭)
4. Vif et agité (Fa)

Cuarteto de cuerda n.º 8 en mi menor, op. 59 n.º 2 “Razumovsky”

(1806) – 34′

1. Allegro (mi m)
2. Molto Adagio. Si tratta questo pezzo con molto di sentimento (Mi)
3. Allegretto (mi m) – Maggiore, Thème russe. (Mi)
4. Finale. Presto (mi m)

Quatuor Modigliani:

Amaury Coeytaux, violín
Loïc Rio,
violín
Laurent Marfaing,
viola
François Kieffer,
violonchelo

COMENTARIo

por Stefanno Russomanno

Lo que la forma esconde

Compuesto entre 1902 y 1903, el Cuarteto de cuerda en Fa de Ravel es la obra de un joven compositor que aún coqueteaba con el reconocimiento académico, como atestiguan sus frustrados intentos por hacerse en aquellos años con el Prix de Rome. Para su debut oficial en el género camerístico (una temprana Sonata para violín de 1897 permaneció inédita), Ravel escoge la emblemática plantilla del cuarteto de cuerda, ahondando en las posibilidades polifónicas de la escritura y haciendo hincapié en el aspecto constructivo, que apela a la elaboración temática y al tratamiento cíclico de la forma.

Sin embargo, lo que más nos fascina hoy en día en este cuarteto son los destellos del Ravel que vendrá. Importa menos que el allegro moderato siga el esquema de la forma sonata, o que sus dos temas reaparezcan en el último movimiento. Llaman más la atención la luminosa fluidez de las texturas del primer movimiento, el magistral empleo de los pizzicati en el segundo en combinación con la alternancia de ritmos binarios y ternarios (6/8 y 3/4); la nocturnidad del très lent o las asimetrías (5/8) del vif et agité final, cuyas turbulencias algo exteriores hacen de este el movimiento quizá menos logrado de la obra.

Unos seis años transcurren entre los Cuartetos de cuerda, op. 18 de Beethoven y su siguiente prueba en ese mismo género, los del op. 59. Seis años son mucho tiempo si, entremedias, el catálogo beethoveniano registra la aparición de obras tan visionarias como la Heroica o la Appassionata. Y en efecto, los Cuartetos, op. 59, vislumbran horizontes formales y sonoros absolutamente novedosos, apuntando hacia una suerte de sinfonización del cuarteto de cuerda. Y no solo eso. El allegro en forma sonata que abre el Cuarteto en mi m, op. 59 n.º 2 (1806) muestra hasta qué punto Beethoven replantea la función de elementos tales como los silencios o las síncopas para modular una materia sonora que se vuelve cada vez más densa y revuelta. Por su parte, el molto adagio se mueve en un clima de cálido y solemne lirismo, desplegando luego aéreas escalas ascendentes y descendentes en los registros extremos (según Carl Czerny, Beethoven habría querido representar aquí la armonía de las esferas). El allegretto incluye en su sección central el tema ruso Slava Bogu na nebe Slava (Gloria a Dios en los cielos, Gloria) en homenaje al dedicatario de la obra, el conde Andréi Razumovski, embajador de Rusia en Viena. El finale tiene la peculiaridad de arrancar en do mayor para evolucionar hacia la tonalidad principal de mi menor.

Con el apoyo de

Generalitat de Catalunya. Departament de Cultura
CARREGANT…
Calendario sesiones
Sessions del dia

Formulario enviado correctamente!

El formulario se ha enviado correctamente. Nos pondremos en contacto por correo electrónico o teléfono.