SERGUÉI RAJMÁNINOV
(Semionovo, Rusia 1873 – Beberly Hills, Estados Unidos 1943)
Las vísperas, op. 37
(1915) – 60′
LATVIAN RADIO CHOIR
SIGVARDS KLAVA, DIRECCIÓN
SOPRANOS: Iveta Apine / Agnese Paunina / Nora Kalnina / Agate Pooka / Inita Vindava / Kristine Barkovska
ALTOS: Dace Strautmane / Inga Martinsone / Darta Paldina / Santa Kokina / Gundega Krumina / Ilze Konovalova
TENORES: Karlis Rutentals / Egils Jakobsons / Christopher Walsh Sinka / Rudolfs Bertins / Normunds Kirsis / Janis Kursevs
BAJOS: Vitalijs Stankevics / Peteris Vaickovskis / Gundars Dzilums / Janis Kokins / Aldis Andersons / Karlis Bimbers
COMENTARIO
por Joan Magrané
PROFUNDITAT
Serguéi Rajmáninov (1873-1943) es un compositor conocido y apreciado, sobre todo entre «el gran público», por ser autor de una música de alto voltaje expresivo y de vistoso virtuosismo. En cuanto a cosecha de aplausos, un maridaje imbatible. Y es cierto. Pero también fue un músico que buscó dentro de la propia música y que, sumado a su dominio absoluto del oficio, construyó obras de una profundidad fascinante y de un interés mayúsculo. Es el caso, desde el punto de vista rítmico (o métrico, para ser más precisos) del tremendo poema sinfónico La isla de los muertos (1908) y, desde el punto de vista de la espiritualidad y la austeridad, de las Vísperas que hoy nos ocupan.
Las vísperas, op. 37, fueron escritas por Rajmáninov en 1915. De hecho, se escribieron de un tirón en sólo dos semanas entre los meses de enero y febrero de ese año, y se estrenaron a continuación, en el mes de marzo. La obra tuvo un gran éxito, pero debido a la contundente instauración del nuevo régimen soviético –y todo lo que esto supuso para la Iglesia– acabó convirtiéndose en una especie de canto del cisne, de último fruto del repertorio musical religioso en aquellas tierras.
La pieza en sí está presidida de arriba abajo por un carácter pausado y meditativo (sin escatimar de vez en cuando una sonoridad más expansiva y ancha, abierta), con una textura dominante homofónica (un trenzado de acordes resonantes y armónicos) y un carácter serio y severo. Pero esto no significa que el compositor pasara por una etapa especialmente reflexiva. Cabe recordar que sus tres primeros conciertos para piano los escribió pocos años antes y que la composición de Las vísperas se enmarca perfectamente entre la creación de las dos recopilaciones de los exuberantes y arrolladores Études-tableaux.
La influencia, en esta obra de hoy, de la tradición del canto ortodoxo es evidente en todos los sentidos: el uso de una armonía de aire modal, el coro a capela y su subdivisión en diferentes voces (encontramos momentos escritos para la clásica disposición de coro mixto a cuatro voces, pero también momentos a tres, a cinco o hasta once voces, como en el séptimo movimiento), la aparición de voces solistas y la inclusión de alguna parte pensada para bajo profundo que tiene que llegar a cantar un si b m, es decir, en el límite mismo de la tesitura más grave de las voces masculinas (un color, por otra parte, muy relacionado con la música sacra ortodoxa y popular rusa). También la estructura general de la obra sigue una ordenación que apela a la liturgia: los seis primeros fragmentos corresponden a la hora canónica de las vísperas, los ocho siguientes, a los maitines, y el último, a la hora prima.
LETRAS
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Este concierto se incluye dentro de la programación del Barcelona Obertura Spring Festival 2023