WOLFGANG AMADEUS MOZART
(Salzburgo 1756 – Viena 1791)
Simfonia n. 41 en Do major “Júpiter”, KV 551
(1788) – 40'
1. Allegro vivace
2. Andante cantabile
3. Menuetto: Allegretto – Trio – Menuetto da capo
4. Molto allegro
PAUSA 20'
Réquiem en re menor, KV 626
(1791) – 50'
Completado por Joseph Leopold Edler von Eybler (1765-1846)
y Franz Xaver Süßmayr (1766-1803)
I. Introitus
Requiem æternam, Adagio (soprano solista y coro)
II. Kyrie
Allegro (doble fuga, coro) – Adagio (coro)
III. Sequentia
1. Dies iræ, Allegro assai (coro)
2. Tuba mirum, Andante (cuarteto solista)
3. Rex tremendæ (coro)
4. Recordare (cuarteto solista)
5. Confutatis, Andante (coro)
6. Lacrimosa (coro)
IV. Offertorium
1. Domine Jesu Christe, Andante con moto (cuarteto solista y corazón) –
Quam olim Abrahæ, [Andante con moto] (fuga, coro)
2. Hostias, Andante (coro) – Quam olim Abrahæ, Andante con moto (fuga, coro)
V. Sanctus
Sanctus, Adagio (coro) – Osanna, Allegro (fuga, coro)
VI. Benedictus
Benedictus, Andante (cuarteto solista) – Osanna, Allegro (fuga, coro)
VII. Agnus Dei (coro)
VIII. Communio
Lux æterna, [Adagio] (soprano solista y coro) –
Cum sanctis tui in æternum, Allegro (doble fuga, coro) – Adagio (coro)
Rachel Redmond, soprano
Marianne Beate Kielland, mezzosoprano
Mingjie Lei, tenor
Manuel Walser, bajo
LA CAPELLA NACIONAL DE CATALUNYA:
Sopranos: Manon Chauvin, Jeanne Lefort, Rocío de Frutos, Irene Mas, Anaïs Oliveras, Anna Piroli
Mezzosopranos – Contraltos: Eulalia Fantova, Maria Chiara Gallo, Mariona Llobera, Lara Morger, Beatriz Oleaga
Tenores: Gerson Coelho, Oriol Guimerá, David Hernández, Ferran Mitjans, Carlos Monteiro
Barítonos - Bajos: Fernando Albrich, Javier Jiménez-Cuevas, Oriol Mallart, Francisco Ortega, Marco Scavazza
Lluís Vilamajó, preparación del conjunto vocal
Luca Guglielmi, correpetidor
Le Concert des Nations:
Concertino: Manfredo Kraemer
Primeros violines: Isabel Bataller, Guadalupe Del Moral, Mauro Lopes, Ignacio Ramal, Paula Sanz
Segundos violines: Santi Aubert, Veronika Furedi, David Plantier, Alba Roca, César Sánchez
Violas: David Glidden, Éva Posvanecz
Violonchelos: Balázs Máté, Antoine Ladrette
Contrabajos: Xavier Puertas, Michele Zeoli
Órgano: Luca Guglielmi
Flauta travesera: Marco Hantaï
Oboes: Paolo Grazzi, Alessandro Pique
Corni di bassetto: Francesco Spendolini, Joan Calabuig
Fagotes: Josep Borràs, Joaquim Guerra
Trompas: Thomas Müller, Mario Ortega
Trompetas: Jonathan Pia, René Maze
Trombones: Elías Hernandis (alto), Frédéric Lucchi (tenor), Sylvain Delvaux (bajo)
Timbales: Riccardo Balbinutti
Jordi Savall, dirección
COMENTARIO
por Martí Sancliment
Los últimos años de vida de Wolfgang Amadeus Mozart están marcados por su situación de soledad e incomprensión, pero también de miseria económica, que en numerosas ocasiones lo obligó a pedir préstamos y ayuda a personas de su entorno. En contraste, sin embargo, con excepción del annus horribilis de 1790 en que Mozart se vio sumido en una profunda depresión, en los últimos años de su vida observamos también una titánica fuerza creativa que lo llevó a levantar sus principales catedrales musicales.
En verano de 1788, ya en plena madurez estilística, pero con solo 32 años, Mozart escribe lo que se considera su testamento sinfónico: las sinfonías 39 KV 543 en Mi bemol mayor, 40 KV 550 en sol menor y 41 KV 551 en Do mayor. Esta última, interpretada hoy por Le Concert des Nations con instrumentos de época y bajo la dirección de Jordi Savall, a partir de las partituras originales, se debe entender, pues, como el tercer movimiento de una sola gran sinfonía testamentaria. Esta última sinfonía de Mozart, que sigue la estructura clásica de cuatro movimientos, se caracteriza por su carácter majestuoso y marcial, pero también por su dinamismo expresado a través de las vivas melodías temáticas, de los contrastes expresivos y de la extraordinaria forma fugada en cinco voces del último movimiento. Escuchando esta última sinfonía no se puede evitar ser poseído por un sentimiento de victoria y de rotunda afirmación de la vida precisamente en una de las épocas más desesperadas del compositor. Tanto por su grandeza de estilo como espiritual, el empresario musical Johann Peter Salomon la bautizó posteriormente con el nombre de Júpiter.
Pero esta rotunda afirmación vital no ocultaba lo que para Mozart era el verdadero objetivo final de nuestras vidas y la clave de nuestra felicidad, la muerte, a la que en una carta de 1787 a su padre describe como verdadera y perfecta amiga del hombre y con la que se acabaría familiarizando con la pérdida de cuatro de sus hijos.
La muerte es talmente una obsesión para Mozart en los últimos años de su vida, especialmente a partir del empeoramiento de su salud, así como por el encargo recibido en verano de 1791, un réquiem. Fue el conde Walsegg-Suppach, francmasón como él y melómano, quien encargó a Mozart aquella composición, la cual quería dedicar a su esposa, muerta unos meses antes. Aquel año fue para Mozart de una profunda actividad artística, con la composición de La clemenza di Tito, La flauta mágica y el Concierto para clarinete, pero también de una intensa angustia avivada por su débil estado de salud y por la fatal condena económica de la que fue víctima. Así, Mozart no empezaría a escribir el Réquiem hasta finales de septiembre de 1791, y su muerte prematura lo sorprendería el 5 de diciembre de aquel mismo año, por lo que dejó la composición inacabada.
Podemos afirmar que Mozart compuso íntegramente el Introito, la práctica totalidad del Kyrie y la Secuencia. Para completar la obra, su esposa Constanze se dirigió primeramente a Joseph Eybler (1765-1846), quien renunció, y, posteriormente, a Franz Xaver Süssmayr (1766-1803), de cuya versión y partitura más fidedignas disponemos y que ha sido utilizada por Jordi Savall. La interpretación de Savall bebe de la experiencia adquirida durante los últimos años con las academias de formación profesional y su dirección de las grandes obras del clasicismo y del romanticismo, una interpretación que respeta la instrumentación original, reproduciendo la máxima pureza de la época, al mismo tiempo que destaca la fuerza declamatoria y rítmica del texto y su inserción melódica.
El Réquiem es una verdadera síntesis del corpus creativo de Mozart, una creación que recoge lo esencial de su obra religiosa y profana: el Réquiem no solamente se inspira en la tradición a través de movimientos como el solo de trombón al inicio de Tuba mirum, tan característico, o el uso de la forma sonata en la estructura, sino también en la obra de sus contemporáneos y, especialmente, del compositor Michael Haydn. El resultado fue una expresiva misa de difuntos que se adentra en las tinieblas a partir del uso predominante de instrumentos de bajas tesituras (como el fagot, la trompeta o el clarinete bajo) y que, al mismo tiempo, mantiene la fe y la esperanza de una vida nueva con movimientos cargados de luz como el Kyrie o Lux aeterna.
Con todo, la huella y esencia de Mozart está presente en casi la totalidad de la composición y esta es hoy recuperada por Le Concert des Nations y La Capella Nacional de Catalunya bajo la batuta de Jordi Savall.
El concierto de hoy nos presenta una interpretación fidedigna y, al mismo tiempo, renovada del doble testamento del genio de Salzburgo: de un lado, su testamento sinfónico con la Sinfonía n.º 41 en Do mayor y, del otro, su testamento espiritual, con el Réquiem.
Els espais per als assajos han estat cedits per lEscola Superior de Música de Catalunya (ESMUC) i L’Auditori de Barcelona.