BALTASAR SAMPER
(Palma 1888 – Ciutat de Mèxic 1966)
Cançó de taverna
(1926)
Poema de Josep Maria de Sagarra (1894-1961)
Cirerer florit
(1922)
Poema de Joan Maria Guasch (1878-1961)
Una esperança tardana
(1935)
Poema de Josep Carner (1894 – 1970)
Capvespre de juny
(1935)
Poema de Carles Soldevila (1892-1967)
Cants franciscans
I. Romanç de les mans obertes
II. Cançó de l’aigua
III. Cançó de les engrunes
(1927)
Poemas de Melcior Font (1905-1959)
Alpestre
(1915)
Poema de Apel·les Mestres (1854-1936)
Excelsior
(1915/1918?)
Poema de Joan Maragall (1860-1911)
Set cançons sobre poemes de Conrad F. Meyer
I. Das Seelchen
II. Sâerspruch
III. Liebesflämmchen
IV. In Harmesnächten
V. Am Himmelstor
VI. Abendrot im Walde
VII. Ein bisschen Freude
(1940)
Poemas de Conrad F. Meyer (1825-1898)
La duración aproximada del concierto es de 50′
Roger Padullés, tenor
Tomeu Moll-Mas, piano
COMENTARIO
por Jacobo Zabalo
El nombre de Baltasar Samper puede no sonar tan familiar como los de Frederic Mompou, Robert Gerhard, Eduard Toldrà o Manel Blancafort, pero junto con ellos participó en la regeneración del arte musical durante el Novecentismo, al formar la asociación Compositores Independientes de Cataluña con la voluntad de enaltecer la música catalana y llevarla al primer plano de la creación artística en Europa. Nacido el 3 de mayo de 1888 en Palma (Mallorca), recibió las primeras lecciones de música dentro del ámbito familiar, en un hogar que valoraba especialmente la voz. Su padre, de hecho, había sido cantante lírico. Estuvo en Barcelona, sin embargo, donde Baltasar Samper hizo encuentros determinantes para su carrera. Con justo veinte años se convirtió en discípulo de Enric Granados, y acabó ejerciendo como profesor de piano en su academia. La contribución de Samper a la actividad cultural adquiere una dimensión nueva con la conformación de la asociación Compositores Independientes de Cataluña, junto con los nombres ya mencionados, a los que hay que sumar los de Joan Gibert, el promotor de la iniciativa, Ricard Lamote de Grignon y Agustí Grau. Un grupo heterogéneo en el que pudo infiltrarse tanto el dodecafonismo de los compositores de la Segunda Escuela de Viena como el neoclasicismo de un Stravinsky. Pero, no solo se invocaban las vanguardias musicales, como distintivo del afán renovador, sino también elementos musicales procedentes del folclore, que materializan inquietudes atávicas derivadas de la relación del hombre con el cosmos.
La necesidad de exiliarse —primero en Francia, en 1939, y tres años después en México, de donde ya no volvería— marcó profundamente a Baltasar Samper; un hecho que, en gran manera, propició el olvido de su obra. Amadeu Corbera, su biógrafo, recuerda: «para los mallorquines, fue demasiado catalanista; para los catalanes, demasiado mallorquín; para los españoles era un catalán y, para los mexicanos, era asunto de los españoles». Aunque escasamente reivindicada, una de las facetas más apasionantes de su producción reside en la habilidad para vehicular afectos a las composiciones para piano y voz, sin renunciar al despliegue melódico, que se encuentra majestuosamente evocado en su suite sinfónica Mallorca —con imágenes sonoras de aires impresionistas—, estrenada en 1929 en el Liceu. Muestras significativas de su estética temprana en formato lied es Alpestre (1915), con texto de Apel·les Mestres, o Cirerer florit (1922) de Joan M. Guasch. De entre la selección de piezas escogidas para el recital que protagoniza un especialista en la materia como es el tenor Roger Padullés —con Tomeu Moll-Mas al piano, los dos conocedores del lenguaje del músico mallorquín—, cabe resaltar algunas de tan emotivas como Una esperança tardana, Capvespre de juny o Fantasia, compuestas todas en 1935. Con las Set cançons de Conrad F. Meyer (1940), concebidas en latitudes foráneas por motivos de fuerza mayor, Samper alcanza la madurez de un estilo, próximo al expresionismo de Strauss, que presenta las credenciales para ser reconocido en la tradición del lied en Europa.