ENNO POPPE
(Hemer, Alemania 1969)
Rundfunk para nueve sintetizadores
(2018) – Estreno nacional – 57′
ENSEMBLE MOSAIK
ENNO POPPE, DIRECCIÓN
COMENTARIO
por Ismael G. Cabral
Rundfunk o el teatro electroacústico
El éxito es una finalidad muchas veces inasible y minusvalorada. Una palabra rara vez explicitada por los involucrados en las músicas de creación, acaso conscientes de que, si este llega, lo hará de forma muy en petit comité. Vista la trayectoria de la obra que centra el concierto de este programa de Sampler Sèries, podríamos afirmar que Rundfunk (2018), para nueve sintetizadores, de Enno Poppe (1969), es una obra a la que precede el éxito en sus presentaciones anteriores. Quizá, solo por el órgano empleado y las dimensiones temporales de la misma (una hora), el compositor alemán fue hasta cierto punto consciente de que, con algo de atino creativo, podía estar ante una obra de culto, su obra de culto, por utilizar una terminología más cinematográfica que musical. Si no fuera porque algún tiempo después compuso la fabulosa Prozession (2015-20), para gran ensemble, podríamos lanzarnos al jugoso y subjetivo juego de las aseveraciones indicando que Rundfunk es una de las más grandes obras de Poppe. Sin duda lo es, y buena parte de su magnitud radica, paradójicamente, en su carácter liviano, casi de obra lúdica. Términos que, por otra parte, no son nada refractarios a las estéticas que transita el músico, afín a las estructuras complejas, sí, pero también apegado a intrincados marasmos rítmicos, colores profusos y a una inventiva tímbrica que hacen de su música una isla particular en el océano del modernismo centroeuropeo. Una ínsula en la que podrían convivir también nombres como los de Wolfgang Mitterer, Unsuk Chin, Bernhard Gander y Clemens Gadenstätter, entre los que, barruntamos, primaría el entendimiento.
Volviendo a Rundfunk, y penetrando en la pieza, descubrimos una declaración del técnico de sonido y colaborador de Poppe, Wolfgang Heiniger, que nos parece sorprendente: “La obra es refrescantemente ineficiente y maravillosamente distinta a cualquier otra. Es ineficiente porque podría haberse realizado y presentado con algo más de esfuerzo en la programación electrónica con uno o dos músicos, pero, en realidad, convoca a nueve intérpretes. Sin embargo, la gran sofisticación y flexibilidad que desprende la pieza es gracias a la concentración y a la camaradería de los nueve músicos que deben, sin director, escucharse y balancear cada matiz, color y desplazamiento rítmico en constante comunicación los unos con los otros”. Al margen de la consideración interpretativa, debemos entender, por tanto, que los integrantes del Ensemble Mosaik son conscientes también de la puesta en escena que resulta Rundfunk, que tiene mucho de teatro electrónico vintage, de cariño analógico hacia unos tiempos en los que sí eran necesarias muchas manos para llegar a los resultados sonoros de una composición como esta. Y todo ello es así porque la partitura de Poppe es, antes que nada, un afectuoso homenaje al medio radiofónico y a los primeros laboratorios de música experimental nacidos al albur de unas instituciones decisivas, décadas atrás, en el desarrollo de la música contemporánea. Más exactamente de la música electrónica, ya en sus orígenes concretos (Schaffer, Henry), acusmáticos (Dhomont, Bayle), procesuales (Radigue) o puramente electroacústicos (Stockhausen).
Que el estreno de Rundfunk fuera en el mítico festival de música actual Donaueschinger Musiktage, encuentro que organiza anualmente la Radio del Suroeste de Alemania (SWR), profundiza aún más en la ligazón de la obra no solo con el mundo de las ondas, sino que también entronca con una idea de nostalgia. No en vano, el citado festival especializado es el más longevo del mundo y lugar de peregrinaje para todo aficionado a los nuevos sonidos. Es por ello que, antes que asirse a una estética profusamente digital, la pieza despliega una miríada de tonalidades electrónicas de reminiscencias históricas. Porque otro de los gatillos que disparó la creatividad de Poppe al componerla fue precisamente reivindicar aquellos primeros sintetizadores. La bizantina, alucinada, vacilante y, por momentos, distraída polifonía que desenrolla a modo de arco la pieza suena a vetustos Minimoog, Yamahas y Ataris; arqueológica electroacústica proyectada desde modernos ordenadores. En ese sentido, Rundfunk es también una obra sobre la música electroacústica, entendiendo que plantea cuestiones relacionadas con la obsolescencia de estos instrumentos, así como cruzamientos estéticos en los que se adivinan esquirlas de música ambient, trance y techno, todo ello desde el prisma indagador y la insaciable curiosidad de Poppe.