WOLFGANG AMADEUS MOZART
(Salzburgo 1756 - Viena 1791)

Idomeneo, re di Creta

Obertura y selección del ballet KV 366 i 367 (1780-1781) – 17’

Obertura
Chaconne – Larguetto – Chaconne, qui reprend
Pas seul: Largo – Allegretto – Più Allegro

FRANZ JOSEPH HAYDN
(Rohrau 1732 – Viena 1809)

Concierto para violonchelo y orquesta n.º 1 en Do Mayor, H VIIb:1

(1761-1765) – 22’

Moderato
Adagio
Finale: Allegro molto

PAUSA 20'

BRETT DEAN
(Brisbane, Australia 1961)

Carlo para cuerdas y sampler

(1997) – 1.ª audición – 21’

FRANZ SCHUBERT
(Viena 1797 – 1828)

Sinfonía en si menor "Inacabada", D 759

(1822) – 20’

Allegro moderato
Andante con moto

Jordi Oriol, narrador

Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña

Nicolas Altstaedt, violonchelo y dirección

Jordi Oriol, narrador

PRIMEROS VIOLINES Jaha Lee, concertino asociada / Raúl García, asistente de concertino / Pedro Rodríguez, asistente de concertino / Sarah Bels / Walter Ebenberger / Katia Novell / María Pilar Pérez / Jordi Salicrú SEGUNDOS VIOLINES Ivan Percevic, solista / Alexandra Presaizen, solista / Maria José Aznar / Maria José Balaguer / Patricia Bronisz / Clàudia Farrés / Josep Maria Plana VIOLAS Aine Suzuki, solista / Josephine Fitzpatrick, asistente / David Derrico / Franck Heudiard / Miquel Serrahima / Adrià Trulls VIOLONCHELOS Charles-Antoine Archambault, solista / Lourdes Duñó / Vincent Ellegiers / Marc Galobardes / Joan Rochet* CONTRABAJOS Christoph Rahn, solista / Dmitry Smyshlyaev, asistente / Matthew Nelson / Albert Prat FLAUTAS Christian Farroni, solista / Beatriz Cambrils OBOES Dolors Chiralt, asistente / José Juan Pardo CLARINETES Josep Fuster, solista Francesc Navarro FAGOTS Silvia Coricelli, solista / Noé Cantú TROMPAS Juan Manuel Gómez, solista / David Bonet TROMPETAS Angel Serrano, asistente / Adrián Moscardó TROMBONES Gaspar Montesinos, asistente / Vicente Pérez / Raúl García, trombón bajo TIMBALES Juan Antonio Martín* SAMPLER Pablo Carrascosa*

ENCARGADO DE ORQUESTA Walter Ebenberger
RESPONSABLE DE DOCUMENTACIÓN MUSICAL Begoña Pérez
RESPONSABLE TÉCNICO Ignacio Valero
PERSONAL DE ESCENA Luis Hernández *

COMENTARIO

por Eva Sandoval

Transiciones

Los períodos de transición vitales suelen favorecer el surgimiento de nuevos impulsos creativos y enriquecedoras percepciones del entorno. El éxito que Mozart obtuvo cuando estrenó su ópera Idomeneo en Múnich en enero de 1781 le permitió romper definitivamente con su servidumbre en la corte del arzobispo Colloredo de Salzburgo. En el caso de Haydn, escribió su Concierto para violonchelo n.º 1 en Do recién establecido como compositor de los príncipes Eszterházy en Eisenstadt, un acontecimiento que cambió su vida. De la misma manera, los espacios transicionales que se generan entre dos corrientes artísticas establecidas han sido fructíferos caldos de cultivo para la música. Carlo Gesualdo desarrolló su catálogo entre el fin del Renacimiento y el incipiente Barroco. Carlo de Brett Dean se inspira en la producción de ese autor, cuyo lenguaje armónico avanza estrategias desarrolladas siglos después. En el caso de la Sinfonía “Inacabada” de Schubert, estamos ante una partitura que marca un antes y un después en el repertorio orquestal, de ahí que se la haya calificado como “primera sinfonía romántica”.

En 1780, el príncipe elector Carlos Teodoro del Palatinado y Baviera encargó a Wolfgang Amadeus Mozart (1765-1791) una ópera para el carnaval de Múnich. El compositor utilizó el libreto Idomeneo, rey de Creta de Giambattista Varesco que adaptaba el texto que había servido a André Campra para una tragédie lyrique en 1712. El argumento se basa en la tensión entre el deber a los dioses y el amor paternal del héroe Idomeneo de la mitología griega. Con esta obra, Mozart creó un nuevo tipo de ópera seria que combinaba el modelo italiano con los preceptos desarrollados por la reforma de Gluck. Así, tanto la obertura como el ballet hacen referencia directa a la acción de la trama. La obertura comienza de forma guerrera y heroica apoyada por el triple golpe del timbal. Inmediatamente después surge el “tema del mar” en las cuerdas sobre un trémolo de los violines segundos que recuerda el efecto de las olas. Por su parte, el objetivo del ballet es celebrar el final feliz: Idomeneo presenta al pueblo a sus nuevos reyes Idamante e Ilía. Para ello, Mozart convoca, entre otras danzas, una chacona de carácter aún tempestuoso que se irá transformando en distintos números optimistas, festivos y triunfales.

Joseph Haydn (1732-1809) trabajó al servicio de los príncipes Eszterházy desde 1761 hasta 1790. Con el fin de valorar el virtuosismo de los músicos que trabajaban para él concibió una serie de conciertos para solista de notable dificultad. Entre ellos se encuentra su Concierto para violonchelo n.º 1 en Do (ca. 1761-1769), que pudo haber sido interpretado por Joseph Franz Weigl, chelista principal de la formación. El manuscrito permaneció perdido hasta que se redescubrió en los fondos Radenín del Museo Nacional de Praga en 1961. La calidad de su factura es especialmente sobresaliente en el primer movimiento, moderato, que se caracteriza por su elegante introducción orquestal y la brillantez y pronunciada dificultad de la escritura para el solista. El adagio, no exento de pasajes dramáticos, nos ofrece todas las virtudes del sonido aterciopelado y cantábile del violonchelo. Para concluir, nos espera un ágil y virtuoso allegro molto en el que miden sus fuerzas la parte de tutti y la del solista a través de su tesitura constantemente aguda, la rapidez de las figuraciones rítmicas y los pasajes en octavas.

El australiano Brett Dean (n. 1961) escribió su obra Carlo (1997) para 15 cuerdas solistas, sampler y cinta pregrabada. El título hace referencia a Carlo Gesualdo (1560-1613), personaje histórico capaz de crear los más bellos y sorprendentes madrigales o de asesinar de forma atroz en 1590 a su esposa y al amante de ésta. Dean considera que, en el caso de Gesualdo, es imposible separar sus terribles experiencias vitales de las complejidades texturales y disonancias extremas que despuntan en sus partituras. «Las obras vocales de Gesualdo propician una de las experiencias auditivas más fascinantes de la historia de la música», afirma Dean. Los textos de sus últimos madrigales hablan sobre el amor, la muerte, la culpa y la autocompasión. Carlo comienza con la grabación de uno de ellos, Moro lasso. A partir de su dolorosa línea cromática se desarrolla un collage vocal al que se une gradualmente la orquesta reelaborando los mismos materiales. En toda la composición se mantiene el carácter dramático que, según el propio autor, «puede verse como un eco orquestal de esa fatídica noche del 26 de octubre de 1590 en Nápoles».

Franz Schubert (1797-1828) comenzó a escribir su Sinfonía n.º 8 en si “Inacabada” en octubre de 1822. Tras pasar a limpio cuidadosamente el allegro moderato y el andante con moto y esbozar los veinte primeros compases del scherzo, abandonó el proyecto. Los dos movimientos terminados constituyen el compendio musical de una etapa depresiva que padeció el autor entre 1819 y 1822. Uno de los aspectos más característicos del allegro moderato es su comienzo grave, fúnebre, frágil y susurrante. El inspirado primer tema se eleva en los oboes y los clarinetes al unísono. Con él, y con un segundo motivo melancólico y tierno, se crea un desarrollo dotado de profundidad y dramatismo. El andante con moto nos presenta un primer tema amable y delicado que dialoga entre vientos y cuerdas, al que le sigue un segundo motivo inestable y lúgubre enunciado por el clarinete. La apariencia de este movimiento es menos agresiva que la del primero, pero el sufrimiento subyace indefectiblemente en cada nota. De hecho, se ha vinculado la partitura con el relato Mi sueño que Schubert escribió en julio de 1822. El texto contiene frases como ésta: «Quería cantar al amor, se transformaba en dolor; quería cantar al dolor, se transformaba en amor».

poema

por Franz Schubert

Mein Traum (Mi sueño)

3 de juliol de 1822

Yo era un hermano de muchos hermanos y hermanas. Nuestro padre y nuestra madre eran buenos. A todos les profesaba un profundo amor. Un día mi padre nos llevó a un banquete. Mis hermanos se pusieron muy contentos. Pero yo estaba triste. Entonces mi padre se me acercó y me ordenó disfrutar de la deliciosa comida. Pero no pude. Mi padre, enojado, me echó de su lado. Retrocedí, y con el corazón lleno de infinito amor por quienes lo despreciaban, vagué a tierras lejanas. Durante años sentí que el dolor más grande y el amor más grande me desgarraban. Entonces me llegó la noticia de la muerte de mi madre. Me apresuré a verla y mi padre, enternecido por el dolor, no me impidió la entrada. Entonces vi su cadáver. Las lágrimas brotaron de mis ojos. La vi allí tendida como en los buenos tiempos, cuando la difunta pensaba que nosotros íbamos a vivir como ella había vivido una vez.

Y seguimos su cadáver en duelo, y el féretro descendió. Desde ese momento volví a quedarme en casa. Entonces mi padre me llevó una vez más a su jardín favorito: me preguntó si me gustaba. Pero el jardín no me gustaba nada y no me atrevía a contestar. Me preguntó por segunda vez, resplandeciente, si me gustaba el jardín. Dije que no, temblando. Entonces mi padre me golpeó y escapé. Y por segunda vez volví sobre mis pasos, y con el corazón lleno de infinito amor por los que lo despreciaban, volví a vagar por tierras lejanas. Canté canciones durante largos, largos años. Si quería cantar al amor, se convertía en dolor. Y si quería volver a cantar al dolor, para mí se convertía en amor.

El amor y el dolor me dividían.

Un día escuché que acababa de morir una joven piadosa. Alrededor de su tumba se había formado un círculo en el que numerosos jóvenes y ancianos caminaban sin cesar como si estuvieran en éxtasis. Hablaban en voz baja, para no despertarla.

Pensamientos celestiales parecían brotar constantemente de la tumba de la doncella sobre los jóvenes, como destellos de luz. Yo también quería caminar hasta allí. Pero sólo un milagro, decía la gente, me permitiría entrar. Avancé lentamente, con fe y contemplación, con los ojos bajos hacia la tumba y antes de darme cuenta estaba en el círculo, del que emanaban sonidos maravillosos; y sentí la dicha eterna concentrada en un instante. Vi también vi a mi padre, reconciliado y amoroso. Me tomó en sus brazos y lloró. Pero yo lloré aún más.

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