ÍGOR STRAVINSKY
(San Petersburgo 1882 – Nueva York 1971)

Sinfonía para instrumentos de viento

(1920) – 9’

PHILIP GLASS
(Baltimore, Estados Unidos 1937)

Concierto para cuarteto de saxofones

(1995) – 1.ª audición – 23’

Kebyart Ensemble

PAUSA 20’

PIOTR ILICH CHAIKOVSKI
(Votkinsk, Rusia 1840 – San Petersburgo 1893)

Sinfonía “Manfred”, op. 58

(1885) – 56’

Lento lugubre
Vivace con spirito
Andante con moto
Allegro con fuoco

ORQUESTRA SIMFÒNICA DE BARCELONA I NACIONAL DE CATALUNYA

kEBYART eNSEMBLE

jAUME sANTONJA, DIRECCIÓn

PRIMEROS VIOLINES Vlad Stanculeasa, concertino / Raúl García, asistente de concertino / Sarah Bels / Walter Ebenberger / Ana Galán / Lev Mikhailovskii / Katia Novell / Ivan Percevic / María Pilar Pérez / Anca Ratiu / Jordi Salicrú / Aurora Zodieru-Luca / Marina Arrufat* / Sei Morishima* / Oleksandr Sora* / Clara Vázquez* · SEGUNDOS VIOLINES Alexandra Presaizen, solista / Emil Bolozan, asistente / Patricia Bronisz / Alzy Kim / Melita Murgea / Josep Maria Plana / Robert Tomàs / Paula Banciu* / Vladimir Chilaru* / Ana Kovacevic* / Octavi Martínez* / Cristian Parra* / Aria Trigas* / Yulia Tsuranova* · VIOLAS Anna Puig, solista / Pawel Krymer*, asistente invitado / Christine de Lacoste / David Derrico / Josephine Fitzpatrick / Frank Heudiard / Sophie Lasnet / Miquel Serrahima / Jennifer Stahl / Adrià Trulls / Johan Gregory Rondon* / Oreto Vayá* · VIOLONCHELOS  Charles-Antoine Archambault, solista / José Mor, solista / Blai Bosser / Irene Cervera / Lourdes Duñó / Vincent Ellegiers / Jean-Baptiste Texier / Daniel Claret* / Yoobin Chung* / Elena Gómez* · CONTRABAJOS Christoph Rahn, solista / Dmitri Smyshlyaev, asistente / Jonathan Camps / Apostol Kosev / Matthew Nelson / Albert Prat / Nenad Jovic* / José Luís Tovar* · FLAUTAS  Francisco López, solista / Beatriz Cambrils / Ricardo Borrull, flautín · OBOES Rafael Muñoz, solista / José Juan Pardo / Dolors Chiralt, asistente / Disa English, corno inglés · CLARINETES Josep Fuster, asistente / Francesc Navarro / Alfons Reverté, clarinete bajo · FAGOTS  Vicent Alario*, solista invitado / Noé Cantú / Slawomir Krysmalski, contrafagot · TROMPAS  Juan Conrado García, asistente / Joan Aragó / David Bonet / Pablo Marzal, asistente · TROMPETAS Mireia Farrés, solista / Adrián Moscardó / Ángel Serrano, asistente / Andreu Moros* · TROMBONES Eusebio Sáez, solista / Vicent Pérez / Gaspar Montesinos, asistente / Raúl García · TUBA José Manuel López* · TIMBALES Luc Rockweiler · PERCUSIÓN Joan Marc Pino / Juan Francisco Ruiz / Ignasi Vila / Juan Antonio Martín* / Roberto Oliveira* · ARPA Magdalena Barrera, solista / M. Jesús Ávila* · ÓRGANO Y CELESTA Marc Sumsi*

ENCARGADO DE ORQUESTA Walter Ebenberger
RESPONSABLE DE DOCUMENTACIÓN MUSICAL Begoña Pérez
RESPONSABLE TÉCNICO Ignasi Valero
PERSONAL DE ESCENA Luis Hernández*

* Colaborador/a

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por Jaume Radigales

EL SAXOFÓN, REY DE LA FIESTA

Fue alrededor de 1840 que el clarinetista belga Adolphe Sax (1814-1894) quiso mejorar su instrumento. El resultado, sin que lo pretendiera inicialmente, fue el saxofón, instrumento de madera revestido de metal con una sonoridad más opaca y nasal que la del clarinete, pero alejada de la del oboe y del fagot. Más adelante, en 1868, el compositor francés Ambroise Thomas (1811-1896) incorporó el saxofón como solista en un pasaje del segundo acto de la ópera Hamlet, cuando los comediantes se disponen a representar una pantomima en la corte de Elsinor.

Desde entonces, el instrumento se ha consolidado, se ha modificado y se han ampliado las tesituras, desde el saxofón soprano hasta el bajo, pasando por el contralto y el tenor. Estos cuatro son los protagonistas del cuarteto que el decano de los compositores estadounidenses Philip Glass (1937) escribió en 1995 para el Raschèr Saxophone Quartet, conjunto estadounidense fundado en 1969 que combina interpretaciones de música clásica y moderna. Glass, fiel a su estilo minimalista, concibió una pieza de resonancias clásicas sin renunciar al estilo que le es característico. No era el único que escribía para la citada agrupación, porque más de una treintena de compositores (entre otros, Sofia Gubaidulina, Iannis Xenakis o Cristóbal Halffter) han escrito para los Raschèr.

El concierto de hoy comienza con el regusto neoclásico de las Sinfonías para instrumentos de viento, breve composición de Ígor Stravinski (1882-1971) escrita en 1920 en memoria de Claude Debussy, fallecido dos años antes. Originariamente, la pieza contaba con veinticuatro instrumentos, que pasaron a veintitrés en una posterior revisión de la obra hecha en 1947 y en la que se incorporaron instrumentos de metal que suplían a algunos de los de madera de la versión primigenia.

La segunda parte la preside Manfred, considerada una sinfonía aunque Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893) no la incluyó en el catálogo de las seis sinfonías que todos conocemos. De hecho, la idea de la gestación de la obra era un poema sinfónico, encargado por Mili Balákirev (que lo estrenaría en 1886) con el objetivo de poner música al poema dramático homónimo que Lord Byron había escrito entre 1816 y 1817. La obra, inspirada de lejos en el Fausto de Goethe, narra el tormento de Manfred, joven abatido por la culpa tras la muerte de su amada. Para olvidarlo, invoca a siete espíritus hasta que al final no abraza ni el cielo ni el infierno, sino la muerte. Un drama metafísico, en definitiva, muy proclive al espíritu romántico del poeta inglés.

Seguramente, el tormento de Chaikovski en el momento de escribir la obra (1885) debió de influir en su escritura: conocido, reconocido y festejado por sus contemporáneos –incluso por el zar–, el músico ruso vivía paradójicamente reconcomido por el dolor ante su ocultada homosexualidad en una sociedad hipócrita y revestida de apariencias. Nada nuevo, si tenemos en cuenta algunas de las sinfonías que, antes de la “Patética”, ya subrayaban los estados extremos y de angustia del compositor. De hecho, probablemente, Chaikovski debió de identificarse con Manfred, el protagonista del poema, al ser víctima del tormento interior y del rechazo social que le rodeaba.

El compositor estructura Manfred en cuatro movimientos (lento lugubre, vivace con spirito, andante con moto y allegro con fuoco), con una escritura que sigue de cerca el concepto de idée fixe de Berlioz (equivalente al leitmotiv en el caso de Richard Wagner) a lo largo de las cuatro partes de la obra.

En ellas, los estados contrastados e incluso contradictorios refuerzan el espíritu romántico inherente al texto de Byron, pero sin que las palabras necesiten reforzar en absoluto las ideas de Chaikovski. Todo fluye de forma natural, desde el lóbrego movimiento inicial hasta la apoteosis final (con órgano incluido), pasando por el lirismo del segundo movimiento o el espíritu bucólico y de aire vagamente popular del tercero.

Temas, subtemas y episodios contrastados atraviesan de principio a fin una partitura sobre la que no existe un acuerdo unánime respecto a su genialidad: la crítica está dividida entre quienes consideran Manfred una obra maestra y quienes la encuentran detestable.

Por cierto, la temática de Manfred había sido rechazada años antes por Berlioz, uno de los referentes ineludibles del poema sinfónico como género musical. Éste permite un despliegue mucho más libre respecto a la forma de la sinfonía, con yuxtaposición de pasajes pretendidamente descriptivos, resguardados en la idea de música programática que enfrentó en el siglo XIX a los partidarios de considerar que la música podía ser descriptiva y expresiva y quienes –como el crítico Eduard Hanslick, tan denigrado por Richard Wagner o, más adelante, el propio Stravinski– defendían lo contrario.

Sea como sea, nos encontramos ante una obra de grandes proporciones, un verdadero reto para la orquesta –y para el director– que no esconde algunas de las constantes estilísticas de Chaikovski, incluso su particular homenaje a Mozart en el pasaje fugado del cuarto movimiento que remite a la sinfonía “Júpiter” del genial salzburgués, tan admirado por el autor de El lago de los cisnes.

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