JOHANNES BRAHMS
(Hamburgo, Alemania 1833 – Viena, Austria 1897)

Sinfonía n.º 4 en mi menor, op. 98

(1884-1885) – 40′

Allegro non troppo
Andante moderato
Allegro giocoso
Allegro energico e passionato

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por Ana María Dávila

En el mundo de la música clásica también existen las tres B: una trilogía de compositores alemanes sin los cuales la historia de la música habría sido muy distinta. El primero es, naturalmente, Johann Sebastian Bach (1685-1750), a menudo considerado el mayor compositor de la historia. El segundo fue aquel gigante solitario y salvaje llamado Ludwig van Beethoven (1770-1827), y el tercero, el hombre que fue designado como su sucesor, Johannes Brahms (1833-1897).

Si Bach pertenecía al período Barroco y Beethoven al clásico, Brahms desarrolló su creatividad durante la segunda mitad del siglo XIX, en los años del Romanticismo tardío. Pero, a diferencia de otros contemporáneos suyos que querían dejar atrás las estructuras impuestas por estilos anteriores, este alemán nacido en Hamburgo establecido desde joven en Viena se mantuvo fiel a las formas clásicas y, sobre todo, al legado de Beethoven. Por esta razón se habla de él como de “el más clásico de los compositores románticos”.

Muy posiblemente se vio condicionado por el peso de esta tradición y por su propio afán de perfeccionismo a la hora de abordar el gran repertorio sinfónico. Brahms tardó casi dos décadas en componer, corregir, revisar y volver a revisar su primera sinfonía, estrenada en 1876. El éxito de la obra fue inmediato, y el director de orquesta Hans von Bülow, el mismo que le había asignado la tercera B de la trilogía, dijo de ella que se trataba de “la Décima de Beethoven”. Esta acogida fue un acicate para el compositor, que a lo largo de la siguiente década escribió otras tres sinfonías.

La cuarta y última, que se estrenó el 25 de octubre de 1885 en Meiningen, bajo la dirección del propio Brahms, es una obra de gran profundidad emocional, refinada técnica y riqueza musical incomparable. Como es habitual en el género, se presenta dividida en cuatro movimientos, cuatro partes de distinto carácter y ritmo que configuran la obra. El primer movimiento, con una introducción oscura y misteriosa, nos muestra al Brahms más emotivo. El segundo, de carácter contemplativo, nos transmite una belleza serena y melancólica, que contrasta con el ritmo rápido y juguetón y la atmósfera ligera y jovial del tercero. El cuarto movimiento, el más célebre, coge su tema, su idea musical, de una cantata de Bach que Brahms presenta y desarrolla en más de una treintena de formas distintas –lo que llamamos variaciones– que evidencian el talento orquestal y la originalidad del autor.

La Cuarta de Brahms ha pasado a la historia como una obra maestra del Romanticismo y una de las más interpretadas de la historia y, como ha sucedido con otras partituras célebres, también la música popular se ha apropiado de ella. En 1971, Rick Wakeman, teclista del grupo de rock progresivo Yes, utilizó parte del tercer movimiento en el tema “Cans and Brahms”del álbum Fragile y, en 2014, la banda de rap Black Nights incorporó el primero a la canción “Deja Vu”, del disco Medieval Chamber. Todo un ejemplo de cómo las fronteras musicales son bastante más permeables de lo que parece.