PIOTR ILICH CHAIKOVSKI
(Votkinsk, Rusia 1840 – San Petersburgo 1893)

Sinfonía n.º 6 en si menor, op. 74, “Patética”

(1893) – 45′

Adagio. Allegro non troppo
Allegro con grazia
Allegro molto vivace
Finale: Adagio lamentoso

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por Ana María Dávila

LA “PATÈTICA” DE CHAIKOVSKI, EL ADIÓS DE UN GENIO

El 6 de noviembre de 1893, y en circunstancias que todavía hoy restan rodeadas de misterio, moría en San Petersburgo el compositor ruso Piotr Y. Chaikovski. Apenas nueve días antes, había dirigido personalmente el estreno de su Sexta sinfonía, un verdadero testamento personal y artístico en el que el autor de El lago de los cisnes y de El Cascanueces condensó sus sentimientos más íntimos. Desgraciadamente, Chaikovski no llegó a saber nunca que esta última creación suya se convertiría en una de las mayores de su catálogo. El público la recibió con frialdad —posiblemente por la falta de habilidad como director del autor— y no fue hasta su segunda interpretación, el 18 de noviembre, en un concierto homenaje bajo la batuta de su amigo Eduard Napravnik, que alcanzó el éxito.

Desde entonces, la Sexta sinfonía —que el hermano del compositor, Modest Chaikovski, renombró como “Patética”por su carácter apasionado y emotivo, más que trágico— se ha convertido en uno de los títulos imprescindibles del repertorio sinfónico. Siguiendo el esquema habitual, se presenta dividida en cuatro movimientos; cuatro partes independientes entre ellas, que si bien, como los capítulos de un libro, expresan diferentes emociones, conforman en conjunto el todo de la obra. De aquí, que los aplausos se reserven para el final de la partitura.

El primer movimiento arranca en un tono oscuro y sombrío, rodeado de oscuros presagios y misterios, pero a medida que avanza, la música nos conduce hacia un verdadero remolino de pasiones. El segundo, precedido de un encantador vals, nos sumerge en una atmósfera íntima y nostálgica, una verdadera caricia para el alma. El tercer movimiento nos propone un sorprendente juego de contrastes, con pasajes musicales enérgicos y vibrantes. La música nos transporta de la oscuridad a la luz, de la desesperación a la esperanza. Finalmente, la obra culmina con una desgarradora declaración de tristeza y angustia, que acabará desvaneciéndose en medio de las enigmáticas sombras de la muerte. Un desolador despido para una partitura en la que Chaikovski se desnudó emocionalmente, vertiendo en cada una de sus notas —a menudo escritas con los ojos llenos de lágrimas— todos los estados emocionales de su vida; una especie de retrospectiva autobiográfica parecida a un réquiemque anticipara su final.

Según la versión oficial, Chaikovski murió víctima del cólera después de beber un vaso de agua contaminada. Otras teorías, sin embargo, apuntan a un envenenamiento voluntario con arsénico, obligado por un “tribunal de honor”, a raíz de su relación amorosa con un joven de la nobleza rusa. La homosexualidad de Chaikovski es un tema que todavía es objeto de análisis, y probablemente nunca se llegará a conocer la verdad de su muerte, pero la Sexta sinfonía quedará eterna, como el gran legado de quien es considerado el compositor ruso más importante de la historia.