RICHARD WAGNER
(Leipzig, Alemania 1813 – Venecia, Italia 1883)

göTTERDÄMMERUNG

(El crepúsculo de los dioses) Selección (1869-1874) – 40′

Sinéad Campbell Wallace, soprano

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por Ana María Dávila

Si existe una ópera que pueda considerarse como la más ambiciosa que jamás se haya escrito es, sin duda, El anillo del nibelungo, la muy célebre tetralogía del compositor alemán Richard Wagner (1813-1883), una obra de dimensiones extraordinarias, tanto por su extensión como por su concepto. Estructurada en un prólogo –El oro del Rin– y tres jornadas –La valquiria, Sigfrido y El crepúsculo de los dioses–, con ella el autor quiso crear la obra de arte total, una síntesis perfecta de música, poesía y artes visuales. Se trata de un concepto totalmente inédito en su época, pero que hoy define la esencia de la ópera moderna.

Los cuatro títulos, concebidos para representarse en días consecutivos, como un todo, suman casi quince horas de música. Además de una orquestación de proporciones gigantescas, que incluso dio lugar a la introducción de nuevos instrumentos, Wagner desarrolló el uso del leitmotiv, un tema musical que se repite de forma recurrente ligado a un personaje, una acción o un concepto, y que ayuda al oyente a ir avanzando a través de una trama compleja. Wagner tardó más de un cuarto de siglo en completar el ciclo, que empezó a perfilar en 1848 y culminó en 1874, con la finalización del título que cierra la serie y que ahora escuchamos en forma de suite orquestal. El crepúsculo de los dioses se estrenó el 17 de agosto de 1876 bajo la dirección de Hans Richter, en el marco de la primera representación completa de la tetralogía con motivo de la inauguración en Bayreuth de un teatro destinado a acoger en exclusiva las obras escénicas del compositor.

La historia, basada en mitos germánicos y nórdicos, gira en torno a un anillo mágico, creado por el enano nibelungo Alberich con oro robado del Rin, y que permite a su poseedor dominar el mundo. Diferentes seres míticos –entre ellos el dios Wotan– lo codician, pero su posesión conlleva una maldición que desencadenará una serie de eventos catastróficos que culminan con el fin de una era. En esta última jornada del relato, la más larga del conjunto, asistimos a la muerte del héroe Sigfrido, a la inmolación de su amante, la valquiria Brunilda, y al regreso del anillo, ya libre de la maldición, a sus guardianas, las hijas del Rin. Estos hechos supondrán el fin de los dioses y la destrucción de su morada, el Valhalla. Al final de la obra se escucha el leitmotiv de “La redención a través del amor”.

Monumental, épica y de gran intensidad dramática, la partitura de El crepúsculo de los dioses contiene pasajes orquestales de enorme belleza, como el “Viaje de Sigfrido por el Rin” o su “Cortejo fúnebre”. La propuesta de hoy nos presenta una selección de algunos de los mejores momentos de esta creación universal intemporal, abierta a todo tipo de interpretaciones, pero también, y sobre todo, una obra maestra de la historia de la música que nos invita a sumergirnos en su excepcional oleada de emociones.

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