IGOR STRAVINSKY
(Lomonóssov, Rusia 1882 – Nueva York 1971)

La consagración de la primavera

(1911-1913) – 32’

Adoración de la Tierra: Introducción, Augurios primaverales-Danza de las adolescentes, Juego del rapto, Rondas primaverales, Juego de las tribus rivales, Cortejo del sabio, El sabio, Danza de la Tierra

El sacrificio: Introducción, Círculos misteriosos de las adolescentes, Glorificación de la Elegida, Evocación de los antepasados, Acción ritual de los antepasados, Danza sagrada-La Elegida.

ORQUESTRA SINFÓNICA DE BARCELONA Y NACIONAL DE CATALUÑA

FRANCESCO PIEMONTESI, piano

LUDOVIC MORLOT, DIRECCIÓn

PRIMEROS VIOLINES Jaha Lee, concertino asociada / Raúl García, asistente de concertino / Sarah Bels / Walter Ebenberger / Ana Galán / Natalia Mediavilla / Lev Mikhailovskii / Katia Novell / Ivan Percevic / María Pilar Pérez / Anca Ratiu / Jordi Salicrú / Aurora Zodieru-Luca / Paula Banciu* / Laura Pastor* / Aria Marina Trigas* SEGUNDOS VIOLINES Alexandra Presaizen, solista / Emil Bolozan, asistente / Maria José Aznar / Maria José Balaguer / Patricia Bronisz / Clàudia Farrés / Alzy Kim / Melita Murgea / Josep Maria Plana / Vladimir Chilaru* / Ana Kovacevic* / Sei Morishima* / David Olmedo* / Yulia Tsuranova* VIOLAS Aine Suzuki, solista / Anna Puig, asistente / Christine de Lacoste / David Derrico / Josephine Fitzpatrick / Franck Heudiard / Sophie Lasnet / Miquel Serrahima / Jennifer Stahl / Andreas Süssmayr / Adrià Trulls / Oreto Vayá* VIOLONCHELOS Charles-Antoine Archambault, solista / José Mor, solista / Blai Bosser / Irene Cervera / Lourdes Duñó / Vincent Ellegiers / Marc Galobardes / Jean-Baptiste Texier / Yoobin Chung* / Carla Conangla* CONTRABAJOS Christoph Rahn, solista / Jonathan Camps / Apostol Kosev / Matthew Nelson / Albert Prat / Anna Cristina Grau* / Nenad Jovic* / Maria Llastarry* FLAUTAS  Francisco López, solista / Beatriz Cambrils / Christian Farroni, asistente / Ricardo Borrull, flautín / Pablo Alcántara* OBOES Rafael Muñoz, solista / José Juan Pardo / Dolors Chiralt, asistente / Disa English, corno inglés / Luís Auñón*, corno inglés CLARINETES Josep Fuster, assistent / Juan José Pardo*, assistent i clarinet en mib / Alfons Reverté, clarinet baix / Xavier Castillo*, clarinet baix / M. Carmen García* FAGOTS Silvia Coricelli, solista / Noé Cantú / Thomas Greaves, asistente / Slawomir Krysmalski, contrafagot / Rosario Martínez*, contrafagot TROMPAS Juan Manuel Gómez, solista / Joan Aragó / Juan Conrado García, asistente / David Bonet / Pablo Marzal / Juan Guzmán* / Artur Jorge* / Max Nelo Salgado*  TROMPETAS Mireia Farrés, solista / Adrián Moscardó / Angel Serrano, asistente / Javier Cantos* / Andreu Moros* TROMBONES Eusebio Sáez, solista / Vicent Pérez / Gaspar Montesinos, asistente y trompeta baja / Raúl García, trombón bajo TUBA Jose Vicent Climent* / Antonio Garcia* TIMBALES Luc Rockweiler PERCUSIÓN Joan Marc Pino / Juan Francisco Ruiz / Ignasi Vila / Roberto Oliveira*

ENCARGADO DE ORQUESTA Walter Ebenberger
RESPONSABLE DE DOCUMENTACIÓN MUSICAL Begoña Pérez
RESPONSABLE TÉCNICO Ignasi Valero
PERSONAL DE ESCENA Luis Hernández*

* Colaborador/a

FICHA ARTÍSTICA DE LA PIEZA TEATRAL:
CREACIÓN, GUIÓN YI DIRECCIÓN: Companyia Indi Gest
INTÉRPRETES: Eulàlia Berguedà, Carles Pedragosa, Jordi Oriol, Marc Permanyer
COREOGRAFÍA Y MOVIMIENTO: Eulàlia Bergadà
PRODUCCIÓN EJECUTIVA: Helena Font
DISEÑO AUDIOVISUAL: Marc Permanyer

DISEÑO VESTUARIO: Joana Martí Delgado.

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por Jacobo Zabalo

UN CIERTO “JAZZ PREHISTÓRICO”: MITO Y ESCÁNDALO

“Inesperadamente, un día vi ante mis ojos la imagen de un gran rito pagano: sacerdotes ancianos, sentados en círculo, contemplan la danza mortal de una joven, que ofrecen en sacrificio al dios de la primavera”. Así, en términos indisimuladamente arcaicos, relató Ígor Stravinski la visión que inspiró La consagración de la primavera. Una partitura pensada para ser bailada, que destaca por las violentas sacudidas de sus polirritmias y por las erupciones de un sonido brutal y hasta perturbador –bramidos cacofónicamente impecables– en su contraste con el refinamiento contemplativo de otros pasajes. El compositor ruso, que tenía 30 años en el momento de su creación, parece invocar los poderes elementales para subvertir un paradigma musical aún afectado por la larga sombra del Romanticismo.  

La sacudida fue tremenda, en efecto, y mayúsculo el escándalo durante el estreno de la obra, el 29 de mayo de 1913. Dirigida por Pierre Monteux y escenificada por los “Ballets Russes” de Serguéi Diáguilev en el Teatro de los Campos Elíseos de París, alteró los ánimos del público, desatando una excitación ciertamente sintomática: los silbidos de desaprobación por las reminiscencias guturales y el atrevimiento de la coreografía de Nijinski, más sensual de lo acostumbrado, chocaron con quienes se manifestaban a favor. En los pasillos tuvieron lugar discusiones acaloradas, y un amago de altercado motivó la irrupción de las fuerzas del orden. Pero Stravinski ya no estaba presente: según se cuenta, había salido a media función de La consagración de la primavera, completamente desolado.

La obra se divide en dos partes, la primera de las cuales (“La adoración de la tierra”) evoca los poderes naturales que la primavera aviva, mientras que la segunda (“El sacrificio”) se centra en la sangrienta ceremonia, ritual barbárico orquestado para promover la fructificación. La intervención de los instrumentos de viento es capital, comenzando por el cosmogónico solo de fagot, que brota de la nada en un registro forzado, siguiendo con los incitantes estallidos de los metales que episódicamente se sucederán hasta la furia final, junto a la percusión, para recrear una atmósfera opresiva y, aun así, orgánica, en la que todo se halla conectado y en perpetua transformación, ajeno a cualquier norma o posibilidad de intelección duradera. Nunca volverá Stravinski a crear una obra tan salvaje y, sin embargo, influyente.

La consagración de la primavera pone contra las cuerdas al oyente que desee sentirse partícipe de un cosmos ordenado, o al menos controlable. Durante un ensayo, Leonard Bernstein, que la calificó de “jazz prehistórico”, décadas después de su estreno conminaba a los miembros de una joven orquesta a salirse de su zona de confort: “trop bien eduqués” (“demasiado bien educados”), les reprochó desde la complicidad, para alejarlos de la idea de una “forma correcta” de interpretar. Y es que esa obra explora sonoridades al margen de la tradición, abriéndose a lo no familiar, a lo inhóspito o siniestro, con repeticiones de células que progresan compulsivamente o se diluyen en un silencio inesperado, cuando no precipitan un estruendo desquiciante, hecho de masas en contrapunto inextricable.

El poeta Jean Cocteau puso de relieve las «pequeñas melodías que emergen desde el comienzo de los tiempos, jadeos de animales, temores profundos». La dimensión instintiva de la vida, que garantiza la perpetuación de las especies, pero también su posible aniquilación, es vehiculada de forma insólita y asombrosamente atemporal: deseo y agresión, gobernados por los instintos primarios, Eros y Tánatos, se muestran inquietantemente entrelazados. La disolución del yo, como la pérdida del sentido de la realidad, se invocan mediante el poder orgiástico de una música nunca antes oída. La consagración de la primavera se erige en hito de la historia de la cultura –no solo referencial para el s. XX– al trasladar una verdad febril, difícilmente soportable, que desde siempre reverbera en el interior del animal racional.

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