JOSEP SANZ
(Barcelona 1977)
Missa Brevis
(2022). Estrena mundial, encargo de Barcelona Creació Sonora – 27’
Kyrie
Gloria
Credo
Sanctus
Agnus Dei
Cant
TOMÁS LUIS DE VICTORIA
(Ávila 1548 – Madrid 1611)
Officium Defunctorum (Requiem)
(1605) – 42′
Taedet animam meam (Lección segunda del primer nocturno de maitines del oficio de difuntos)
Missa Pro Defunctis (Misa de Difuntos)
Introit (Requiem)
Kyrie
Gradual (Requiem)
Ofertorium (Domini Iesu Christe)
Sanctus et Benedictus
Agnus Dei
Communio (Lux Aeterna)
Versa est in luctum cithara mea (Motete pro defunctis)
Libera Me (Responsorio)
La duración aproximada del concierto es de 75'
Cor Francesc Valls
Juan de la Rubia, órgano positivo
Pere Lluís Biosca, dirección
SOPRANOS: Maria Casado / Belen Barnaus / Laia Frigolé / Laura Martinez / Andrea Mejías
MEZZOSOPRANOS: Marta Esteban / Mariona Llobera / Marta Cordomí / Queralt Sales / Diana Martins / Jana Coromines
TENORES: Josep Benet / Carles Prat / Aniol Botines / Ferran Mitjans / Raul Coré / Ferran Passola
BAJOS: David Pastor / Joan Garcia / Jordi Ricart / Tomàs Maxé / Xavier Sans
COMENTARIO
por Jaume Radigales
UN INELUDIBLE REFERENTE DE LA POLIFONÍA EUROPEA
Debemos a Tomás Luis de Victoria (1548-1611) un corpus compositivo en materia polifónica de los más ricos a escala europea. Discípulo de Pierluigi da Palestrina, Victoria es uno de los artífices de la banda sonora de la Contrarreforma católica.
Ordenado sacerdote, centró parte de su actividad entre tres ciudades: Ávila, Madrid y Roma. Esta última como marco de las diferentes etapas formativas del músico, y las dos primeras como centros neurálgicos de su labor como maestro de capilla.
En 1587, el rey Felipe II nombró a Victoria capellán privado y confesor de la hermana del rey, la emperatriz María de Austria y Portugal, en el monasterio de las Descalzas Reales, en pleno centro de Madrid. Precisamente, el Officium defunctorum que escucharemos en este concierto es una de las piezas destinadas a las exequias de la emperatriz, que había muerto en 1603. La obra de Victoria, a pesar de haberse escrito para aquella ocasión, no se publicó hasta 1605, cuando el músico tenía cincuenta y siete años. Y la dedicatoria se dirige a Margarita, la princesa hija de María, que también vivía en el citado convento madrileño.
Nos encontramos, por lo tanto, ante una obra de madurez en todos los sentidos: el propio Victoria la consideraba su ‘canto del cisne’, y la musicología moderna no duda en calificar este réquiem como una obra de enorme trascendencia por su sólida construcción y sentido espiritual.
A pesar de ceñirse al esquema propio del réquiem, Tomás Luis de Victoria añadió secciones ajenas al oficio de difuntos, seguramente no destinadas a los oficios funerarios originales, como el inicial “Taedet animamos meam” (con texto procedente del libro de Job, en el Antiguo Testamento) y el motete “Versa est in luctum” antes del responsorio (“Libera me”).
La combinación entre el canto polifónico y el canto plano (gregoriano y, por lo tanto, monódico) resulta ser no solo de una gran eficacia a la hora de entender la estructura interna de la obra, sino también clave para comprender el profundo sentido espiritual.
Estamos ante una obra intimista, solemne a veces (se trata de la música que acompaña a las exequias de una emperatriz) y siempre austera, de acuerdo con el espíritu contrarreformista y, sobre todo, con el de la familia de Felipe II. Una pieza con más tinieblas que luz, y que invita a escuchar exclusiva y atentamente a todos los matices que contiene. Una página singular, una piedra de toque y un referente ineludible de la polifonía europea, perfectamente contemporáneo de genios como Cervantes y Shakespeare, a los que tenemos que añadir sin complejos el nombre de Tomás Luis de Victoria.
LETRAS
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